Un desahogo por la “patria”

Ecuador ha sido siempre una republiquita vilipendiada por los políticos. Comienzo por la conclusión que intentaré explicar a continuación.


Cuando comencé a interesarme por la realidad nacional no estaba todavía consciente de esa afirmación; creía que tenían buenas intenciones los señores que aparecían en las noticias, hablando las maravillas que estaban haciendo o querían hacer por el Ecuador. Pensaba ingenuamente que vivía en un país donde existía gente que se preocupaba por sacarlo adelante.


El flashback más común, tal vez único, que mi memoria tiene de mis primeras aproximaciones de la vida a la realidad nacional, está en una escena donde mi papá se encontraba sentado en la sala de Miravalle, la casa donde vivían mi tío Luis, mi tía Consuelo, la hermana de mi mamá, mis primas, Rosa María y María Ángeles, y mi primo José Luis. No era un momento fortuito, más bien era costumbre que vayamos de visita con mi familia a Miravalle, generalmente alguna tarde de sábado o de domingo.


Yo creo que no tenía más de unos seis o siete años. Me acuerdo que yo también estaba sentado en esa sala, con un periódico abierto a dos páginas sobre mis piernas, en blanco y negro, seguramente era El Comercio o Diario Hoy. Este último le gustaba leer a mi tío Luis. 


No tengo claro qué noticia aparecía en las páginas abiertas del diario, pero conservo el ligero recuerdo de que mi papá y Luis conversaban sobre alguna situación política de coyuntura, relacionada a la noticia que se desplegaba sobre mis piernas, mientras yo les prestaba mucha atención, en silencio y muy concentrado en lo que decían. También ojeaba el periódico, leyendo algunos títulos que aparecían en las páginas. 


*Apunte imprescindible: 

Mi tío Luis era un personaje interesante. Nació en Chile, trabajó en la ONU y por eso vivió un tiempo en África con mi tía y María Ángeles. Ahora no estoy muy seguro si salió de Chile para alejarse del peligro que acarreaba la dictadura de Pinochet, aunque sé que él no comulgaba con la ideología y accionar criminal de aquel gobierno militar. Me habría gustado que la vida me dé más tiempo para conversar con él, conocer más su forma de pensar, su postura respecto a la situación política de Ecuador, de Chile, de Latinoamérica. De todas maneras, siento que mi experiencia en Chile cuando estudié allá y conocí amigos y amigas con bastante conciencia social, fue como una casualidad provocada por él, desde donde quiera que esté, para tenerlo presente a través de ellos y ellas y su mentalidad de la que me contagié, afortunadamente, para salir de la burbuja conservadora en la que crecí hasta mis treinta años, al menos.


Volviendo al flashback, considero que si esa escena y los detalles que mencioné se mantienen como recuerdos latentes cuando hago esta retrospectiva, significa que ese momento tan espontáneo y casi rutinario, al mismo tiempo fue significativo para entender de dónde pudo haber surgido mi interés especial por las noticias, por las conversaciones y reflexiones acerca de lo que ocurre en el lugar donde me tocó nacer, lo cual también implicó el origen de mi gusto por el periodismo, que se convirtió en mi profesión soñada que la pude hacer realidad.


Y a ese momento se asocia también cierto recuerdo, bastante volátil y no muy concreto, de cuando miraba noticias en la televisión junto a mi papá en casa, supongo que todas o la mayoría de noches. El paso del tiempo desvaneció esa tradición, pero esta semana tuve la oportunidad de revivirla a los tiempos. 


No vimos todo el noticiero, pero sí algunas noticias, aunque, en realidad, prestamos especial atención a una sola. Esta informaba sobre las condiciones del FMI para darle al gobierno un nuevo crédito, de nada más y nada menos que cuatro mil millones de dólares. Seguir engordando la deuda externa, “porque no hay recursos”, dicen. 


Dicen desde el gobierno y desde la gente que aún le tiene fe a Noboa, como mi papá, aunque no sé si seguirá con optimismo luego de ver esta noticia. Es que, básicamente, el periodista de Ecuavisa daba a conocer que el FMI le obliga al estado a reducir beneficios tributarios para empresas y ciudadanos. O sea, en otras palabras, el sacrificio por el déficit fiscal interminable tenemos que hacerlo quienes procuramos sobrevivir en este país que transita por una cuerda floja, asediado por el crimen organizado y el narcotráfico, mientras soporta cada vez un peso mayor de deuda social, esa que debería pagarse primero porque es la más importante.


No sé cuántos miles de millones de dólares se le podría atribuir a la deuda social en Ecuador, pero creo que sería infinita, porque es una deuda postergada tradicionalmente desde hace décadas. Siempre ha sido más importante mantener a la burocracia, hacer obra pública con sobreprecios o sobornos, pensiones vitalicias, sueldos exagerados para funcionarios que no trascienden con su tarea como deberían, financiar campañas de propaganda para instalar realidad mediáticas que se alejan de la realidad, y un largo etcétera que beneficia a pocos y se olvida de millones.


Eso lo he venido reflexionando en estos días, aunque en el momento de ver la noticia de la extorsión del FMI ya me di cuenta. Hipotecamos el país con estos organismos multilaterales que solo están para lucrar. Son negocios que han alcanzado niveles impresionantes de capital para vender créditos a estados alrededor del mundo. Porque son los estados los que se endeudan, no los países. Por eso indignan estas noticias.


Es una extorsión institucionalizada y normalizada, porque no es más que la imposición de obligaciones de parte de un organismo que pone sus condiciones extorsivas a gobiernos que necesitan liquidez para solventar urgencias financieras. Estos cuatro mi millones nuevos de deuda que Noboa adquiere son una raya más al tigre, una medida más que no implicará ningún beneficio para Ecuador. Solo es un respiro para un gobierno que no quiere entrar en una crisis que perjudicaría a la supuesta popularidad que le permitiría continuar en el poder.


Entre los beneficios tributarios que se acabarán por este nuevo crédito del FMI está la devolución del IVA a personas de la tercera edad. Probablemente no es una novedad impactante para la sociedad, pero eso no implica que no sea un asunto verdaderamente preocupante, ya que miles de viejitos y viejitas ya no podrán optar por esa posibilidad de generarse un ingreso económico adicional y legal, a esa edad cuando les resulta más difícil trabajar para ganar un sueldo. 


Y es un asunto emblemático porque revela la lógica con la que el gobierno actúa, con nula consciencia social y con exagerada sumisión empresarial. Para el poder, lo más importante es no dejar de serlo, y mientras mantenga control económico para su conveniencia, el resto le importa poco. 


¿Dónde queda la sensibilidad que debería ser intrínseca en el ser humano por sus semejantes? ¿Cómo puede llamarse humano a alguien que contradice su esencia, desde sus acciones que ignoran la vulnerabilidad de otros y otras? ¿Por qué vivimos en una sociedad tan pasiva que nunca - o muy pocas veces - ha sido capaz de manifestarse contra el maltrato al adulto mayor, contra el hambre que castiga a miles de niños, contra la falta de oportunidades para adolescentes que tienen el derecho de encaminar su desarrollo con educación de calidad?


Y hablar de manifestarse no significa necesariamente paralizar al país con protestas. Implica rechazar en las urnas a políticos y proyectos que se exceden en demagogia alejada de su verdadero interés por gobernar para ellos, con decretos, leyes o medidas que trazan escenarios fértiles para las fortunas que quieren hacer desde su posición privilegiada, o incrementar la que ya tienen. 


Lastimosamente, falta mucha capacidad de análisis en esta sociedad ensimismada con la superficialidad de la redes sociales. De cierta manera, nadie se salva de ese fenómeno cultural que llegó para instalarse a nivel mundial, pero es injusto generalizar y creer que toda la sociedad se encuentra absorbida por tanto contenido insignificante que nos distrae de las cosas importantes. Porque hay gente que trabaja honestamente, respeta las leyes, busca crecer, es solidaria, pero eso no es suficiente “para sacar adelante al país”, como suelen decir los políticos y su romanticismo patético, ya que hay una significativa cantidad de personas que es capaz de ponerle en Carondelet a cualquier oportunista que solo conoce a su país desde la camioneta en la que hace campaña.  


Ecuador también necesita una sociedad que sea mejor educada, como una base para ser más reflexivos y menos impulsivos; para darse cuenta cómo las decisiones de un gobierno ignoran las verdaderas necesidades en un estado que se ahoga en el subdesarrollo; para dejar de reducir todo a la dicotomía del correísmo y anticorreísmo y de culpar de todo a gobiernos pasados o, peor aún, conformarse con “líderes” mediocres solo por odio a figuras que se enfermaron de poder pero que ya son pasado; para dejar la ingenuidad de creer que un personaje carismático de celular, multiplicado por millones en memes impresos de cartón, tiene la capacidad de administrar un estado; para evitar creer en todo lo que dice un funcionario de gobierno, sin cuestionar si verdaderamente se basa en datos palpables de la realidad; para erradicar la xenofobia colectiva e injustificable, desde todo punto de vista, contra alguien que nació en otro país, como dato extra sin relevancia, y que aquí ejerce un periodismo crítico que hiere susceptibilidades generalmente de fanáticos que basan su nocivo apasionamiento en argumentos ridículos como “el amor a la patria”.


Aunque yo no creo en el patriotismo ni en ninguna de sus derivaciones ridículas, creo que si alguien promueve el “amor a la patria” tendría que hacerlo por causas sensatas y humanas, como la justicia social tan olvidada por el poder, porque, ¿quién no quisiera vivir en una patria donde la educación, la salud, la cultura son asuntos atendidos con prioridad, para ser la base de un desarrollo que solo es posible con esos pilares bien consolidados?


Bastó ver una noticia a los tiempos junto a mi papá, para caer en cuenta de todo esto que intento desahogar. Ya he estado algunos años alejado de los noticieros, periódicos o radios de noticias, por un lado porque las malas noticias abundan y eso deprime, mientras por otro lado, simplemente he desarrollado intereses que me divierten más. Pero informarme a los tiempos fue oportuno para caer en cuenta de que esta republiquita vilipendiada por los políticos no encuentra todavía luz al final de este extenso túnel de precariedad, corrupción e incertidumbre.


Quisiera ser optimista, pero antes sería más factible que Noboa deje de creer que toda su gestión puede ser representada como un cuento de hadas de TikTok. 

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