Instrucciones para sacudir el paso del tiempo

Antes de comenzar, pregúntese muy seriamente: ¿es necesario hacer esto ahora? 

Para encontrar una posible respuesta concreta, deslice su dedo índice, a lo largo de apenas cinco centímetros, sobre la zona más despejada de la mesa central que tenga en la sala de su casa. 

Observe si un gris de tono mugriento cubre la yema del dedo que deslizó; si se ve más piel que suciedad, la respuesta a la inquietud será un rotundo No. En otras palabras, desista de perder el tiempo, guarde ese calzoncillo viejo que le utiliza de trapo, otra vez, en lo más recóndito de un cajón en la cocina y aquí finaliza el proceso. Puede continuar con su entretenida vida.


Pero si su dedo se pinta de mugre, la respuesta, lastimosamente, será Sí. En ese caso, sacuda con ganas el trapo improvisado, respire tres veces profundamente y comience a levantar los adornos de cristal que están en la mesa, a continuación el florero y, por último, los portavasos que no deberían estar allí.


A pesar del apuro que debe sentir por el afán de cumplir pronto con esta tarea, recorra el calzoncillo con mucha delicadeza sobre la superficie de vidrio de la mesa. No deje de limpiarla hasta que se note con mucha nitidez la alfombra que se encuentra debajo de aquel mueble. Para confirmar que está cumpliendo bien la misión, deslice nuevamente el dedo índice y asegúrese de que este brille más que el vidrio. Coloque los adornos y el florero donde los encontró y los portavasos en su lugar. 


Diríjase a la ventana más cercana, ábrala y sacuda, otra vez, con fuerza el trapo. Después, camine hasta el librero. Vuelva a inhalar y exhalar con intensidad, tres veces. Solo retire los libros de la parte superior del librero y dedíquese a filosofar un poco. Analice, por ejemplo, por qué nos sentimos seres tan importantes, si nuestra existencia física termina reduciéndose a polvo, como ese que se encuentra limpiando en ese instante, y que se dispersa en el aire hasta desaparecer.


También podría preguntarse si el abundante polvo acumulado en su biblioteca es proporcional a la cantidad de libros que esperan ser leídos en medio de su limitado tiempo. Al verlos limpios, renueve la promesa de escoger alguno de ese montón para leer el título y la sinopsis, al menos.


Ordene nuevamente los libros que apiló encima del mueble. Procure que se note que están desordenados espontáneamente.


Busque otra vez la ventana, para despedir aquellas partículas despojadas deliberadamente del gozo de cubrir páginas con historias aún no leídas. Después busque su velador y coloque sobre la cama todas las cosas que están sobre él. Frote rápidamente la cabeza de la lámpara, el libro de cabecera que espera su turno después del libro que lleva con usted al trabajo, el As de trébol que debería estar en la basura pero le dio una oportunidad como amuleto, solo por encontrarle abandonado en la calle, y luego pase rápidamente el pedazo de interior desusado y maltrecho por la madera fina de su mesita de noche.


Suspire profundo. Ahora ya puede guardar el calzoncillo y esperar cualquier cantidad de semanas para repetir este proceso que nunca debería ser hábito. Sienta el alivio de haberse rebelado un rato contra el tiempo, al que le encanta esparcir la huella de su paso, en cualquier rincón donde le da la gana, aunque, al final de cuentas, como lo descubrió usted mismo, nosotros también seremos polvo sacudido por el trapo del olvido.


Comentarios

Entradas populares