Escribir no es procrastinar

 



Lo único que odio de editar es cuando tienes que hacer los cambios que te pide el cliente. Claro, siempre tiene la razón, dicen. Pero qué pesada se vuelve la tarea o, mejor dicho, lo que no debería ser tarea, ya es. 

Aunque hoy está interesante. Procuraré divertirme con los cambios que tengo que hacer, porque me piden que elimine todas las tomas donde aparece un señor de lentes y una señorita que es persona-non-grata (horrible término) en ese círculo social. Nadie sabe quién y por qué le invitaron. O todos saben por qué, pero se hacen los cojudos. 

"qué será que esconden, por qué vetarán a esta gente", escribo en el chat con mi hermano, mi cuñada y mi pana Santiago Serrano.

"Este man debe ser por seguridad, la señora desconozco", responde el Alejo.
"Capaz es morosa", sospecha mi hermano a las 19:34.

Necesito hacer una pausa. Preparar arroz.

Procrastiné un poco y todavía no meriendo. Es que tenía que hacer una publicación del zoo. Pero no procrastiné, en realidad. Hice lo que tenía que hacer, pronto, escribí un copy "altiro", como dirían el Alan o el Jorge, mis panas chilenos que este año se volvieron a su país. Algo que esperaba que no ocurra nunca. Y ocurrió. Y ahora caigo en cuenta que la nostalgia de esa amistad cada vez crece más. Es que son geniales los chiquillos, como también dirían ellos. O los cabros.

Ahora sí me dispersé. Es que ganó la emoción y ahí la concentración se desvanece. Pero lo importante es que ya tengo una preocupación menos esta noche. Me falta comenzar a editar esos cambios del video de gente exclusivísima que siente el poder de vetar a quien le plazca.

Creo que el arroz se quema.

No, el arroz está en su punto preciso. Parece que por primera vez en este hogar me va a salir perfecto. Qué nervios.

Suena "Me haces bien" y me da ganas de dedicar(te).

La merienda está lista. Cuando hay concentración, las cosas salen muy bien. Solo basta eso. Enfocarse y hacerlo. Pero el hambre ya me está haciendo divagar, así que, mejor me voy a comer y bañarme. Necesito estar más cómodo y satisfecho para concentrarme a vetar a gente, por orden de un cliente.

Confirmado. Hice el arroz más perfecto por primera vez en este hogar, por primera vez en este mundo. Y me olvidé de poner sal, hasta que ya estaba listo para servirse en el plato. Pero sin problema le añadí unas cuantas pizcas y quedó exquisito. Casi digo que no necesité ají, pero sí me dio ganas en la mitad de la comilona. Porque así fue. Una gran porción de ensalada con brócoli, zanahoria, tomate y atún.

Después tuve que lavar los platos, y la ansiedad comenzaba a tentar. Comienza ahora, también, porque veo el reloj y ya no es tan temprano como para estar tranquilo de que aún no trabajo en esa edición. Mientras enjabonaba y enjuagaba la vajilla se me ocurrió alguna buena idea que se me desvaneció. Por eso vine a acotar esto, antes de entrar a bañarme, porque el agua caliente va a terminar de limpiar esas ideas. 

Pero no sufro. He estado ocupado en cosas necesarias. No me ha ganado la procrastinación. O quizá escribir esto es procrastinación. (Es imposible decir procrastinación tres veces seguidas, y rápido, sin atorar el habla). No, porque es algo que necesitaba retomar y andaba perdido el entusiasmo.

Al agua, patos.

Salí de la ducha con ganas de chocolate con leche. Cuatro pastillitas m&m y un snicker de peanut butter van a ser suficientes para combinarles con leche del Supermaxi. Está fría. Refresca la energía para seguir con mis asuntos pendientes y, según se me ocurrió en la ducha cuando el agua se ponía tibia, es que simplemente hay que seguir prioridades para organizar el tiempo, e irles cumpliendo según la importancia de estas. De la más importante a la menos importante.

Me acompaña una soberbia música clásica y me ayuda a concentrarme más en el presente. 

Ahora sí, es tiempo. 




Misión cumplida. Apenas una hora me demoré en lo que -pensé- iba a tomarme más tiempo. Ahora el video se está exportando y luego enviaremos una nueva versión para que el cliente apruebe. Ojalá sea de su agrado. Ojalá no lo vean cuarenta personas y que solo una de cada diez no pidan más ajustes.

Hoy sí resultó interesante este editar para corregir. Es que también fluyó el relato, como suelen desplegarse los textos en este blog, con libertad e imperfección.

El sueño ya me respira en la nuca. Siento que me espera una noche bien descansada. Espero no equivocarme porque mañana madrugo.

No se diga más.











Comentarios

Entradas populares