Que los recuerdos sean siempre luminosos y extraordinarios
Hoy me propuse a ser feliz y lo conseguí. Uf. Creo que esa frase sonó a coaching o positivismo falso. Pero es que en realidad, así fue. Tuvimos un día deportivo y de almuerzo por el día del trabajo y me parecía buen plan para un lunes, para un día que necesitaba ser como fue para convertirse en memorable. Un día divertido.
Como nunca, estuve dispuesto a jugar fútbol, meterme a la piscina y bailar. Algo que no lo tuve previsto. Algo que me convirtió en el alma de la fiesta, tal vez. Fue agradable volver a sentir ese entusiasmo único que me provoca el baile. Una euforia única, que no la había desahogado hace muchos años, tal vez desde épocas de adolescencia.
Es una mezcla de propósitos y sensaciones. Propósito, por ejemplo, de llamar la atención de alguien especial. Sensación, además, de un éxtasis que regula sus revoluciones para desplegarlas a lo largo de varias horas de baile. Esta vez fueron unas dos, al menos. Ahora que las pienso y calculo, me quedé con la sensación de que fue un tiempo más largo el de la algarabía.
Algarabía. Que hermosa palabra es Algarabía. Solo la mencioné para sentir el gusto de incluirla en este texto.
Y la algarabía de hoy fue plena. Para mí empezó desde el gol que hice en el partido que jugamos a los pocos minutos de llegar al lugar donde fue el evento. Me corrí toda la cancha para llegar a besar el escudo en la camiseta del Barce que tuve que sacarme. Porque, primer gol las camisetas, dijeron. Pero después de ese gol que nos hicieron, nosotros les devolvimos tres y ganamos. Fue un partido intenso, como la alegría de este día.
Que los recuerdos sean siempre luminosos y extraordinarios.
Comentarios