CINE | Manglar, ley de mujer: doloroso y necesario documental

Cuánta desolación puede provocar un documental y al mismo tiempo ser un material imprescindible para la historia contemporánea de un país. Es lo que primero pienso después de ver Manglar, ley de mujer, película de Pocho Álvarez que denuncia la destrucción perversa y criminal de los manglares en la costa de Ecuador, por parte de la industria camaronera que ha invadido y desaparecido cientos de miles de hectáreas de bosques de mangles y humedales. Para ser exactos, 250 mil hectáreas dejaron de ser manglar, lo que equivale "a la superficie de 13 capitales provinciales, incluidas las más grandes, Guayaquil, Quito y Cuenca", según precisa el documental.

Pocho les da rostro y voz, sobre todo, a mujeres defensoras del manglar, habitantes de comunidades en Manabí, Guayas, El Oro y Esmeraldas, que sobreviven gracias a lo que este ecosistema les brinda, como conchas y cangrejos. El registro realizado evidencia cómo el manglar y sus protectoras conviven a través de una conexión natural, heredada entre generaciones, pero violentada por la ambición de los invasores. 

"Mientras haya ignorancia y haya capital, hay abuso", dice Líder Góngora en una parte del documental, otro de los protagonistas. Él es de Muisne, pero representa a ese sentir colectivo que surge de las comunidades afectadas por este despojo de un recurso que debería ser intangible. 

De acuerdo a otro dato proporcionado en Manglar, ley de mujer, en 1978, el decreto 2936b prohibía: "La construcción de piscinas para la cría y producción de camarones en áreas cubiertas de manglar". Pero como sucede con muchas leyes, decretos o disposiciones - supuestamente - oficiales de este país, la realidad es completamente contraria a aquel decreto, hasta el punto de que, inclusive, los resultados de esa ilegalidad son destacados como buena noticia para el país, porque el camarón ya es el producto estrella de exportación del Ecuador.

Pero cuánto precio han tenido que pagar las comunidades perjudicadas por este abuso; cuántas vidas se han perdido de personas trabajadoras e inocentes, que han sido víctimas de asesinatos ordenados por  empresarios camaroneros que sienten amenazada su fuente ilícita e inmoral de riqueza; cuánta desigualdad social se ha intensificado con esta condena a la pobreza y precariedad que deben soportar las familias que sobreviven por el manglar, a costa del enriquecimiento grosero que se concentra en pocas manos.

Y aunque se hable y se conozca poco del manglar en la sociedad ecuatoriana, en el contexto que sostiene la estructura y la narrativa de este film se encuentra buena parte de la explicación sobre la realidad violenta que predomina ahora en este país. Porque el crecimiento brutal de la industria destructora del camarón, impulsada como un "despojo organizado" con el Decreto 1391 que se emitió en el gobierno de Rafael Correa, a través de ministros y ministras que también son empresarios camaroneros, acentúa la miseria en la que viven provincias como Esmeraldas, donde la ausencia de oportunidades, principalmente para los jóvenes, se convierte en germen de bandas delincuenciales al servicio del verdadero e inclemente poder que ahora maneja los hilos en Ecuador: el narcotráfico.

Paralelamente a esta denuncia contundente que hace Manglar, ley de mujer, este documental también rescata ese afán de lucha comunitaria por salvar el manglar. Pocho construye un diálogo entre los y las protagonistas, quienes no dejan de destacar la importancia ambiental de este recurso, así como la trascedencia que ha tenido la organización colectiva, con un ímpetu esencialmente femenino, para enfrentar, en la medida de lo posible, a aquella irrupción infame de la industria del camarón, al que Líder Góngora considera "la nueva coca", según expresó en el conversatorio después de la proyección de la película en el festival EDOC 22.

Líder no puede esconder su pesimismo por la situación actual, sobre todo porque sabe que, además de la violencia que amenaza constantemente su causa, de los políticos no se puede esperar acciones efectivas que favorezcan a la conservación del manglar, tristemente porque prevalece la corrupción, la violencia y la ignorancia en las esferas de poder. "No somos héroes, ni queremos serlo, pero hay que seguir la lucha", dice Líder, a pesar de todo.

Con esta nueva obra de Pocho Álvarez debemos "tomar conciencia de que el estado ecuatoriano es un depredador contumaz", según las propias palabras del director al finalizar la función. Y para encontrar alguna manera de aportar como habitantes de la ciudad, ajenos a esa realidad precaria, violenta y antinatural, en la búsqueda o fomento de soluciones al severo problema que revela el documental, primero debemos asumir que "cada uno es un universo de resistencia", como también dijo Pocho, y esa resistencia puede comenzar, por ejemplo, con la difusión de producciones como Manglar, ley de mujer, hacia audiencias cada vez más amplias, para hacer contrapeso a los contenidos mediáticos que guionizan realidades mentirosas.



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