Las señales no existen

Todavía hay manchas de sangre en mis audífonos, aunque ya les limpié con alcohol. Son rastros del mal momento que acabo de pasar.

Fue un jueves; mi día favorito de la semana. 6h30. Salía de mi nuevo hogar, apenas 5 días después de instalarme ahí. Ni una semana. Una moto con dos personas cruzó al frente mío, mientras bordeaba la vereda. Vieron de dónde salí. Eso me preocupa un poco, ahora que lo descubro.

Seguí caminando. Ajusté el volumen en los audífonos y retrocedí un poco la reproducción de Craneotomía, el episodio de TE BUSCO, una nueve serie de Las Raras que está muy interesante. La creadora de este podcast tuvo un accidente hace 20 años y quiere encontrar a la persona que le atropelló. De eso se trata esta serie. 

Entonces, la narración de Catalina - la protagonista de la historia - estaba en la parte cuando describe algunas lesiones físicas que le dejó el accidente. Breve segundos después de que ella termina de preguntar si tiene "¿un hoyo en el cráneo?", recibí un golpe en el cráneo. Eso es lo último que recuerdo haber escuchado inmediatamente antes de que esa moto se acerque y uno de sus dos ocupantes me persiga con un revólver en la mano, porque mi reacción instintiva fue correr en dirección contraria a la de esos cobardes. 

Y me rompieron la cabeza, pero escapé.



                                            

 


Solo es cuestión de interpretar los sucesos

Esta no es una apología a mi asalto, aunque tenga rasgos de serlo. Pero esa no es mi intención. Honestamente, no tengo muy clara la intención de este texto. Creo que son las simples ganas de escribir sobre esta mala experiencia, como lo hice sobre el anterior asalto. Estoy seguro que ocurrió porque las cosas suceden y punto, no porque hay "señales", no porque "por algo pasan", no porque "es para aprender algo". Simplemente, suceden. 

Si a alguien le sirve sacar algún aprendizaje de algo que le haya ocurrido, es otro asunto. Porque de esa manera lo asimila; aprendiendo como iniciativa propia; eso no pasa porque la vida le quiso enseñar algo. De todas maneras, mientras esperaba que me hagan la tomografía, luego de curarme las heridas superficiales del golpe, me preguntaba: "¿que será que me quiere decir la vida?". Nada. La vida no me quiere decir nada, pese a que este feo episodio haya sucedido pocos días después de comenzar mi vida independiente, lo que tanto quería.

Fácilmente podría especular con que la vida me está dando una señal o me está poniendo a prueba desde el inicio, para medir mi astucia ante las adversidades. Pero, más bien, lo tomaré como un hecho simbólico para entender cómo debo cuidarme; tomando en cuenta lo frágiles y vulnerables que somos; para entender cómo ponerme yo por delante, valorándome desde esa fragilidad y vulnerabilidad.

Por la fuerza del golpe tengo un chichón enorme que me desfigura un poco la cara. Es un golpe a mi vanidad. Tal vez algo necesario para desprenderme de ese hábito nocivo de subestimarme. Para confiar más en quién y cómo soy. Pero esas son mis interpretaciones, no son recados que me da la vida. Son solo interpretaciones y nada más.

En definitiva, es cierta la trillada frase de "un día a la vez". Aunque tenga tanto de discurso de autoayuda es una gran verdad. A la vida hay que enfrentarla un día a la vez; estar conscientes de que somos seres humanos, frágiles y vulnerables, capaces de existir un día y al otro ya no estar.

Cuídemonos, a cada momento, en todo lugar, conscientes siempre de lo frágiles y vulnerables que somos.


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