El culpable de todos los males

Existe un desgraciado extorsionador, omnipresente, que nos tiene a todos en vilo, aunque pocos nos demos cuenta. Es tan astuto y manipulador que finge ser indispensable para la vida, y todos caemos en la trampa.

Su extorsión consiste en condicionar nuestra libertad, nuestros sueños, nuestras aptitudes, incluso, a cambio de su favor; ha sido capaz de instalar la idea de que si no nos arrebata esos derechos intrínsecos de nuestro ser, no podríamos existir. Así de sencillo.


Lo más grave del asunto es que tiene un cómplice; el más idóneo de los cómplices que pudo haber conseguido: el tiempo. Es que alguna vez escuché por ahí que el tiempo no es el que transcurre, sino nosotros lo que transcurrimos a través de él. Y el extorsionador desgraciado se aprovecha de esa circunstancia para marcarnos la ruta que debemos seguir a través de su cómplice, casi siempre corriendo, casi siempre a punto de colapsar.


Se hace llamar de diferentes maneras, dependiendo el lugar donde circule, pero eso no le hace perder su esencia perversa, porque, sea donde sea que se encuentre, roba, poco a poco, la vida a las personas, cada vez con más violencia, ambición e inequidad, muy frecuentemente en cómodas cuotas y en plazos eternos, para fortalecer su omnipotencia.


¿Cuándo será que podemos rebelarnos todos contra el despiadado dinero para poder aprovechar esta existencia y que realmente se llame vida?


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