Una terapia llamada Cine Documental
Frustración. Eso
es lo que primero me produjeron los Encuentros del Otro Cine (EDOC) de este
año. La razón fue simple: el pasado diciembre envié mi primer trabajo
documental a ese festival. Los tiempos coincidieron perfectamente, porque
mientras el plazo de inscripción estuvo fijado hasta el 15 de diciembre, a
inicios de ese mes yo había culminado ‘Ayer volví del sur’, un cortometraje que
hice para graduarme del Magíster en Cine Documental que estudié en la
Universidad de Chile.
Antes de
terminar el documental, consideraba a los EDOC como un festival propicio para
comenzar a hacer circular la película por el mundo, y no imaginé que iba a
alcanzar a postular tan rápido, es decir, para la edición de este 2017, la
decimosexta del festival. Así que me inscribí con mucha emoción, ilusionado de
ver mi trabajo proyectado en las salas de Quito y Guayaquil donde se llevan a
cabo los Encuentros del Otro Cine.
Tuve que esperar
cerca de cuatro meses para darme cuenta que me dejé llevar por un optimismo
desmesurado. Pensé que la aceptación de ‘Ayer volví del sur’ en los EDOC era
simplemente cuestión de tiempo, hasta que la realidad me dio un soberbio
cachetazo. A través de una llamada telefónica que hice a los organizadores del
festival, supe que mi documental no iba a ser parte de una larga lista de 88
obras aceptadas. Mi primer gran objetivo en mi incursión en el mundo del Cine
Documental se extinguía así, de un momento a otro. La única explicación que me
dieron fue que este año se redujo la cantidad de películas aceptadas.
Hasta que llegó el 11 de mayo. Lo que primero encontré en la boletería de uno de los cines que eran sede del festival fue el folleto con la programación. Había esperado con ansias que llegue ese momento, pero cuando aún imaginaba ver mi documental agendado allí. No tuve tiempo de volverme a frustrar, porque enseguida empecé a organizar mi tiempo de ese día para comenzar mi experiencia de asiduo espectador de los EDOC.
Me senté a ver a
la primera película con emocionante escepticismo; así describo yo a esa
agradable inquietud que uno siente cuando se dispone a ver una película, con la
fe de que no será tiempo perdido. Y “Quilapayún, más allá de la canción”, no
fue tiempo perdido. Ese documental de Jorge Leiva, que inauguró mi festival, se
destaca por la investigación que lo sostiene, mediante un poder testimonial
contundente y privilegiado. Esa es la principal cualidad que hace posible una
fiel y sencilla evocación, sin
artificios audiovisuales, del recorrido
histórico que ha tenido esta banda, desde la época de la dictadura de Pinochet,
cuando adquirió notoriedad por un exilio obligado de sus integrantes, hasta
nuestros días, cuando ya es un grupo icónico de la música protesta chilena y
latinoamericana.
El documental
que primero me conmovió a nivel emotivo fue “Atentamente”, dirigido por Camila
Rodríguez Triana. La principal conclusión que me dejó esa película fue que el
amor es una luz en la oscuridad de la desolación que, a veces, acompaña a la
vejez. Una persistente contemplación dentro de un asilo de ancianos, registra
cómo prospera la relación sentimental de Libardo y Alba dentro de la
residencia, hasta cuando logran hacer realidad un sueño mutuo, que sería el
último gran objetivo de vida que la pareja logra cumplir. Eso lo insinúa la película
desde el plano que abre el film, tan simple pero tremendamente expresivo,
imposible de describir para no revelar cómo esta producción colombiana
sorprende con un inicio notablemente cinematográfico (porque no todo lo que proyecta
el cine es cinematográfico).
Con "En el
intenso ahora", de Joao Moreira Salles, me quedó la incuestionable impresión de
que el Cine Documental tiene la posibilidad de convertirse en una herramienta
eficaz y categórica, para construir discursos reflexivos sobre asuntos
históricos trascendentes, gestados con una importante carga intelectual. Este
director brasileño efectuó una minuciosa y enorme investigación junto a su
equipo de realización, a través de la recopilación de horas y horas de imágenes
de archivo que, principalmente, rememoran la época que rodea a aquel mayo de 1968 en
Francia y en otros países de Europa. Además, el director brasileño utiliza
material grabado por su madre en algunos viajes que hizo, especialmente a la China de Mao Tse Tung, durante esos mismos
años, lo cual es el punto de partida para el rol reflexivo que tiene la voz en
off que guía el film, acerca del contenido audiovisual ajeno que sirvió para
construir el film.
El cuarto día de
festival pude ver uno de mis documentales favoritos de los EDOC16. Me refiero a "Zona Franca", de Georgi Lazarevski. Este cineasta macedonio llegó hasta la
región de Magallanes, en la Patagonia chilena, de donde obtuvo historias de
luchas diarias, individuales y colectivas, para registrarlas mediante una estrategia
de observación cercana para causar empatía con un buscador de oro y un
camionero, principales personajes. Además, el documental recrea la atmósfera de aquella zona, marcada por un contraste entre las maravillas naturales y el sector comercial, notablemente turístico,
asentado donde los pueblos originarios vivían en paz, hasta que les invadió la “civilización”.
A día seguido,
pude ser espectador de otra obra que me confirmó cómo el Cine Documental es una
caja de agradables sorpresas. Así lo pensé después de ver "Comunión", de la
polaca Anna Zamecka, cuyo valor principal está en la potencia de la historia
mínima que da vida a esta película. Ola, una adolescente de 14 años, es el alma
de una familia imperfecta, como cualquier otra, pero tan peculiar como solo la
suya. Zamecka se inmiscuye en la intimidad de este hogar, para registrar el
rutinario desafío de Ola por mantener las cosas en orden, atendiendo a su
hermano autista que se apresta a hacer su primera comunión y a su padre
holgazán. Sin recurrir a complejas estrategias cinematográficas, la directora construye
un retrato conmovedor de esta familia, principalmente a través del admirable y
sacrificado papel de Ola, con la espontaneidad y la magia del azar como los
principales elementos que le hacen sobresaliente a esta producción.
Un documental
que también reúne un conjunto de historias mínimas emocionantes es "Los niños
de la señorita Kiet" de Petra Lataster-Czisch y Peter Lataster. Un aula de
clase en Holanda es el escenario donde se desarrolla una entrañable relación e interacción
de una maestra con sus pequeños alumnos. Una paciente contemplación del día a día
en ese espacio educativo, despliega una película estructurada por los diálogos
y las anécdotas que los personajes experimentan, y el poder dramatúrgico de
este documental se origina en la condición social de los niños: todos son
migrantes, muchos de ellos refugiados. Pese a la aparente barrera del idioma,
la maestra Kiet logra educarlos con paciencia, ternura y disciplina, mientras
los menores van asimilando cada enseñanza y se adaptan paulatinamente al nuevo
ambiente donde crecen, lejos de los conflictos que les obligaron a salir de sus
países de origen. La duración de los planos en esta película, fue una decisión acertada de los directores, porque hacen posible que los pequeños protagonistas se desenvuelvan honestos, ingenuos, tiernos, emocionados y humanos ante las cámaras, lo cual constituye la esencia de este film.
Un tema recurrente
en producciones de Cine Documental de América Latina, y muy necesario de
tratarlo en cualquier momento, es el de las secuelas de las sanguinarias dictaduras
militares que gobernaron en varios países de la región, principalmente entre los
años 70 y 80. "La memoria de los huesos" es una película que amplía el
inventario de investigaciones independientes sobre las desapariciones en
Argentina y Centroamérica. El protagonismo de este film, dirigido por Facundo
Beraudi, es del Equipo Argentino de Antropología Forense, cuya misión es
determinar identidades de las personas a quienes pertenecen los restos óseos
hallados en fosas comunes o tumbas clandestinas. El seguimiento a varias
excavaciones y el testimonio de familiares de desaparecidos que esperan
encontrar los restos de sus seres queridos después de décadas de búsqueda, son
las líneas narrativas que principalmente estructuran esta película montada con
la alternancia de casos que se van desarrollando en paralelo. Una obra
necesaria que se suma a la denuncia colectiva contra aquellas atrocidades
que no deben repetirse jamás.
Dentro del mismo
contexto histórico referido en el párrafo anterior entra "El color del camaleón",
documental de Andrés Lübbert. Una voz en off que interpela al personaje principal
de esta película, es la principal técnica narrativa escogida por el realizador,
quien averigua el pasado de Jorge, su padre, que integró por obligación los servicios
secretos del aparato represor de la dictadura de Pinochet en Chile, hasta que
logró viajar a Europa, huyendo de las personas que le forzaron a participar de
varias misiones perversas. El film muestra cómo avanzó el riguroso proceso de
investigación efectuado por Andrés, acompañado por su papá, mientras,
simultáneamente, el espectador es testigo de los golpes psicológicos que Jorge
soporta al volver a Chile y recordar aquella época oscura de su vida.
Y en Chile
también se desarrolla un documental con una notable dosis poética, desde su
propio título: "El viento sabe que vuelvo a casa". Esta película de José Luis
Torres Leiva, inspirada en Ignacio Agüero, un destacado cineasta chileno, fluye
de principio a fin, gracias al don del diálogo cordial que tiene el
protagonista del film. Agüero es tan auténtico en la pantalla, como en la vida
real; lo aseguro porque tuve la suerte de recibir clases con él. Esa manera de
encaminar una conversación mediante preguntas a veces ingenuas, y su virtud de
saber escuchar, es una de sus principales cualidades que le convierten en una
persona interesante y en un personaje inolvidable de este film hecho solo para
que él lo protagonice. Así es que el recorrido que hace por una isla del archipiélago de Chiloé, en el sur de Chile, se convierte en un material
audiovisual entretenido y encantador, gracias al humor espontáneo que caracteriza a varias de las conversaciones de Agüero con los personajes que se encuentra, además de la fotogenia que se destaca a nivel visual y de la poderosa sencillez que sostiene a la historia de este documental.
Para el último
día del festival, agendé como imprescindible a "Safari", documental de Ulrich
Seidl, cineasta austriaco. Este director se preocupa siempre por enfatizar su
identidad en el mundo del Cine Documental mediante las formas de la imagen, por
ejemplo, con encuadres de planos que lo distinguen por lo precisos y
repetitivos que son, o través del tratamiento de temas que tienden a
convertirlo en un crudo transgresor de lo políticamente correcto, y en esta
película no es la excepción. Seidl decidió irse de cacería a África con amantes
de esta práctica, aunque, para ser más precisos, él solo fue como mero
espectador de esa tradición que tienen los personajes de la película, a quienes
retrata con una notable ironía, logrando caricaturizarles en ciertos momentos. El explícito
registro de esta actividad cada vez más rechazada en el mundo, podría provocar
incomodidad en la audiencia, pero eso no implica que deje de ser una vistosa y
controversial apología de la frialdad con que el ser humano puede devorar otras
especies animales.
Este texto
podría continuar, pero mi afán no es escribir un catálogo de películas, aunque
ya podría considerarse como un inicio. Sencillamente sentí la necesidad de
transmitir las impresiones que me provocaron algunos de los casi treinta
documentales que pude ver; y si opté por referirme solo a obras que me
gustaron, fue por la sencilla razón de demostrar cómo pude superar mi
frustración inicial, gracias al maravilloso Cine Documental. Además, es emocionante saber que los Encuentros del Otro Cine son cada año más exitosos, lo que implica que siguen creciendo las audiencias de estas fascinantes formas de representación, evocación, denuncia o reflexión acerca de innumerables realidades que el mundo aloja, desafiantes ante la mirada de quienes se atreven a convertirlas en películas.
Nota: si me
diste el privilegio de leerme hasta aquí, te invito a ver ‘Ayer volví del sur’
(https://vimeo.com/195521228). Espero que lo disfrute. Si tienes tiempo, me encantaría recibir tus
comentarios acerca de este trabajo en mi correo electrónico: andres.s.reinoso.m@gmail.com
¡Gracias!
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