José Andrés Murillo: de víctima de Karadima a embajador de la resiliencia


Busco "José Andrés Murillo" en Google. Lo que aparece primero en la lista es un perfil de Twitter con ese nombre; después, un diario me muestra un título: "La vida después de Karadima". En el enlace siguiente, Wikipedia me remite a "Caso Karadima".
Lamentablemente, el nombre de José Andrés tanto en una búsqueda en internet como al ahondar un poco en su vida, es siempre vinculada al del tristemente célebre sacerdote Fernando Karadima, y es que, gracias a este personaje, José Andrés vivió el peor momento de su vida mientras era solo un adolescente. Sí, José Andrés Murillo fue víctima de Karadima.
¿Por qué decidió denunciarlo? ¿Cómo se arma una vida después de haber sido víctima de un abuso? ¿Se puede volver a confiar en alguien? Al seguir nuestra búsqueda en internet, de pronto hay una pequeña luz: la confianza. 
EL “SANTO” PERVERTIDO
José Andrés denunció públicamente en el 2010 que fue víctima de “acoso sexual e intentos de abuso sexual, por parte del sacerdote Fernando Karadima, entre los 18 y 20 años, entre 1994 y 1996”, según dio a conocer al programa televisivo Informe Especial. El sacerdote acusado lideró durante mucho tiempo la parroquia El Bosque, de la comuna de Providencia, en Santiago de Chile.
“Él tenía fama de ser un gran consejero y un santo. Siempre estaba rodeado de gente joven y había sido discípulo del padre Hurtado”, mencionó Murillo a Informe Especial, señalando, además, que recurrió a Karadima para solicitarle una guía espiritual en un proceso de reflexión sobre su vocación.
“En ese contexto de dirección espiritual comenzó el acoso sexual. Al comienzo fueron roces. En ese momento, yo no fui capaz de darme cuenta de lo que estaba pasando. No lo podía creer y me lo negaba a mí mismo. Incluso llegué a pensar que era yo el que estaba malinterpretando los hechos, hasta que sus actos fueron evidentes. En una oportunidad, mientras conversábamos acerca de mis dudas vocacionales, intentó manosearme y trató de masturbarme. Yo me quedé absolutamente helado, luego se produjo un forcejeo, me puse a llorar y salí de su habitación”.
De esa manera, Murillo revelaba hace poco más de seis años a la opinión pública chilena esa amarga vivencia juvenil. Lo sucedido le llevó a alejarse de la Iglesia, porque el cura nunca asumió su responsabilidad y le persuadió a mantener el silencio. “Me costaba perdonarme no haberme defendido de manera más radical; sentí que Karadima estaba intentando transformarme de víctima a cómplice, y eso es lo que me parece lo más grave”.
José Andrés ahora tiene 41 años y ha intentado desde el 2003 que se apliquen medidas eclesiásticas y judiciales severas contra Karadima. Y no ha estado solo, porque otros tres hombres que igualmente acudían a la parroquia El Bosque en su adolescencia, acusaron a Karadima del mismo delito, y ellos también describieron a la prensa lo que sufrieron.
SUPERAR LA ADVERSIDAD APOYANDO A OTROS
Al consultar en el diccionario de la Real Academia Española el significado exacto de “resiliencia”, la primera acepción manifiesta que ese término corresponde a la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Mientras una segunda definición enuncia que es la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.
Transcurridas más de dos décadas después de aquel perturbador episodio de su vida, surge la inquietud por saber si Murillo se siente resiliente. “Pienso que sí. Y siento que situaciones muy duras, adversas, dolorosas, me llevaron a tener una fuerza, unas ganas o un sentido muy grande de luchar contra el dolor de personas que sufren de manera inocente, y que no saben muchas veces que son inocentes, y contra personas que imponen el silencio, así como contra el silencio mismo”, declaró José Andrés.
Él estudió Filosofía en la Universidad Católica de Chile y obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas en Francia. Esa es su principal herramienta intelectual que le permite dirigir ‘Para la Confianza’, una fundación creada por él, cuya misión se enfoca en la manera como él aplica la resiliencia en su vida.
Esta organización brinda apoyo a víctimas de abuso sexual infantil en su país natal, que pueden ser niños, adolescentes, e incluso adultos o ancianos, “cuya vida ha estado marcada por esto y no saben qué hacer”, según explicó. Ese ‘no saber qué hacer’ podría traducirse en un ‘no saber cómo contarlo’, debido al poder que tiene el silencio en este tipo de circunstancias.
“El silencio defiende al agresor y a las injusticias. El agresor cuenta con el silencio de la víctima, del ambiente y de aquellos que deberían ver y no ven, deberían escuchar y no escuchan, deberían proteger y no protegen; cuenta con ese silencio para agredir de manera impune y hacer permanente el abuso”.
Como su nombre lo indica, Para la Confianza depende de que las personas que soportaron esa grave vulneración a su intimidad, confíen en la ayuda que la organización ofrece. Y el primer paso que deben asumir es el de romper la barrera del silencio.
LA LUCHA ES CONTRA EL PERVERSO PODER
En la fundación Para la Confianza se organizan grupos de ayuda mutua para gente que ha sufrido abuso. Aunque sus funcionarios no brindan terapia, a veces derivan algunos casos a un especialista; ellos ofrecen formación a personas que quieren dedicarse a prevenir y luchar contra el abuso sexual infantil. También asesoran a instituciones, para que cuenten con eficaces procesos de prevención, detección y reacción oportuna ante casos de abuso.
De acuerdo con Murillo, el 95% de casos de abuso sexual infantil ocurren en ambientes de confianza, como en la familia, en colegios, parroquias, entre otros ámbitos donde se juntan niños con adultos. Para él, en estos espacios “debe prevalecer una confianza lúcida, no la ceguera, tampoco la paranoia. Lo importante es que la gente se comprometa con eso”.
Otra función fundamental de esta organización es la de proponer políticas públicas que frenen y sancionen efectivamente esta amenaza social. La consigna de José Andrés y de su fundación es luchar “contra las estructuras abusivas, contra el silencio y complicidad ante el abuso, contra las acciones que hacen permanente la sensación de culpa en las víctimas, contra las estructuras que no son capaces de cuestionar sus maneras de ejercer el poder, como la Iglesia Católica”. 
Para él, la prioridad de esa entidad religiosa no debe estar en “luchar contra la decadencia moral de occidente, la baja de asistencia a misa o la falta de vocaciones, sino contra su propia perversión”.
EL AZUL DE LA RESILIENCIA Y LA CONFIANZA
Otra iniciativa que ha tenido José Andrés para contrarrestar la grave amenaza del abuso sexual fue “Azul”, un libro escrito por él e ilustrado por Marcela Paz Peña. Este texto cuenta la historia de un niño que fue víctima de abuso y quien, siendo resiliente, recupera la confianza para romper la barrera de la indiferencia de su entorno ante lo que le sucede.
Según Murillo, Azul significa “alto y profundo” y en varias culturas estaba prohibido nombrarlo, como ocurre con el abuso. “Hasta que no se nombró, existía solo como un fantasma. Nombrarlo ayuda a enfrentarlo”.


*Texto escrito para la revista VIDA MAGAZINE.
*Fotos: Constanza Valdivia

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