Descifrando a Marker. Un enigma estético para el cine



Chris Marker es un referente del cine independiente, no solo por estar desligado de la lógica industrial. Su discurso se fundamenta en planteamientos filosóficos profundos, expresados frecuentemente con una poética visual y textual de compleja lectura, que rompe paradigmas.
Además, como cineasta ha tratado de mantener su imagen oculta de la opinión pública, lo cual ha originado que como artista tenga una percepción casi enigmática y que sus películas contengan las innumerables pistas para descifrarlo.
A continuación, un intento de interpretación de dos de sus películas. Los relatos se basan en la ficción y la no ficción de mundos observados y construidos mediante una experimentación narrativa que siempre va a sembrar dudas en el espectador, quien posiblemente espera encontrar un 'sentido' o un 'mensaje', aspecto que para Marker no necesariamente es una prioridad satisfacerlo. 

Sans Soleil

Este film es una mirada al mundo, a partir de reflexiones introspectivas puestas en escena a través de un recorrido de imágenes y planteamientos filosóficos. Es un ensayo audiovisual desarrollado en torno a elementos culturales de diferentes partes del planeta.
Chris Marker orienta el relato de Florence Delay con Japón y Guinea Bissau como referencias principales, mientras Occidente está casi invisible. Esta particularidad no limita  la visión global que la narración propone, porque el espectador occidental, sobre todo, entenderá, desde su propia experiencia, cómo la concepción del mundo y de la vida puede diferir tanto en otros hemisferios. 

Sobre Japón, esta producción ahonda en los elementos más significativos de su identidad cultural. Destaca el espíritu ceremonial de los japoneses, que los ha llevado a instaurar rituales dedicados a la muerte de los gatos, a las muñecas rotas o al inicio de un nuevo año. Con ironía, la narradora se pregunta cuándo llegarán a Europa las exposiciones de objetos sagrados japoneses, como aquellos expuestos en el museo Jozankei, donde predomina el contexto sexual, según el film. La inquietud surge como consecuencia de la exhibición desarrollada en Japón sobre el Papa Juan Pablo II y de objetos representativos del catolicismo.
También es memorable el acercamiento íntimo que Marker intenta establecer audiovisualmente con el ciudadano japonés. Este objetivo lo consigue con maestría en aquella secuencia del viaje en el metro de Tokio, intentando descifrar lo que sueñan los individuos que retrata en pleno sopor tempranero. Esa cotidianidad del japonés que aborda Sans Soleil, también plasma costumbres globales del humano, motivadas fundamentalmente por el consumismo y la influencia mediática arbitraria en la sociedad. 
El enfoque presentado sobre África reflexiona principalmente sobre el pasado político en Guinea Bissau y Cabo Verde, un aspecto que se vincula al presente de ese continente, cuya marginación del resto del mundo ya no es novedad. La película hace énfasis en la causa revolucionaria de Amílcar Cabral, líder social que promovió la independencia en Guinea Bissau y Cabo Verde, del dominio portugués, como una manera de simbolizar el permanente afán irreverente y guerrero del africano.

El film parte desde Islandia, con la imagen captada de tres niños que para el viajero remitente de una carta leída por Delay, representa la felicidad. Sin embargo, cuando  el relato regresa a ese mismo momento, cerca del final, puede notarse cierto temor en los menores al descubrir que la cámara les sigue, planteando una posible contradicción del concepto de felicidad. También es significativa la retrospectiva realizada a “Vértigo”, película de Alfred Hitchcock que se desarrolla en San Francisco, EE.UU, una iniciativa que puede comprenderse como un guiño sobre una herencia artística occidental que la memoria del escritor itinerante no ha olvidado. 
Sans Soleil invita a analizarla desde diferentes aristas, debido a la multiplicidad de códigos que componen su guion. Su contenido permite lecturas artísticas, antropológicas, sociológicas, psicológicas, entre otras. 

La Jetée

Pese al escenario apocalíptico en el que se encuentra el protagonista de la historia de La Jetée, su vida tiene sentido mientras su mente se traslada a su pasado. El hecho de ser un componente indispensable para el experimento al que es sometido, corrobora la hipótesis de que en el presente de este sujeto, “el espacio estaba prohibido; que la única esperanza para sobrevivir estaba en el tiempo”.

La característica distintiva de esta película, está en la sucesión de imágenes fijas que estructuran el relato visual, es decir, un conjunto ordenado de fotogramas que representa visualmente un viaje a través del tiempo del protagonista. La voz en off omnisciente del narrador, hace posible un vínculo intrínseco entre el observador del film y el inconsciente del personaje, mientras se traslada en dimensiones temporales.
París está destruida y esa situación adquiere realce con el imponente y solemne canto de un coro, cuya intensa tonalidad dramática musicaliza oportunamente el contexto caótico de la película. El protagonista se desprende de esa realidad, para inmiscuirse en un pasado diseñado por su memoria, estimulada sentimentalmente por esa mujer que vio en el aeropuerto antes de la tragedia. 
La estética de La Jetée deslumbra con ese blanco y negro poético empleado por Chris Marker. La expresividad de las imágenes está en el histrionismo de los personajes y en los planos realizados, especialmente en aquellos picados y contrapicados que plasman la subordinación a la que el protagonista se atiene ante el Experimentador de Mentes, o los planos conjuntos que evocan la afectividad entre los dos personajes principales.

La escena que perturba al protagonista desde su niñez, es la que logra comprenderla cuando regresa a ese momento sublime de su pasado. Una regresión que, aparentemente, le permite poseer lo deseado, a aquella mujer que vio en el muelle, hasta que se percata que ahí está el origen de su perturbación, en la imposibilidad de acceder a ella porque el hombre que vio morir ese domingo era él mismo. “Nada diferencia los recuerdos, de los momentos habituales. Solo más tarde se dan a conocer cuando muestran sus cicatrices”.

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