Cuando lo absurdo tiene sentido


Encontrar una película que te arranque carcajadas frecuentemente, con chistes que al parecer son simples pero que responden a todo un contexto sarcástico que construye el director, puede resultar difícil si no tienes entre tus alternativas a Woody Allen. Y sabemos que de ese icónico cineasta podemos esperar una variedad de géneros y temas que no le encapsulan en un solo tipo de cine.



“Bananas” es una película de 1971 en la que Woody Allen no solo dirigió, sino que también actuó en un papel que probablemente no iba a tener la misma efectividad con otro actor. El film es una sátira fina, y en momentos exagerada, de una revolución política en Latinoamérica y de la cobertura que los medios de comunicación estadounidenses hacen de la misma. El gran Woody demuestra que la mejor herramienta para desacralizar figuras de líderes, hechos históricos y referentes mediáticos es el humor fino con esencia de irreverencia.
En “Bananas” no falta el ingrediente del amor, asunto que motiva las acciones más importantes de Fielding Melish, un sujeto que trabaja como conejillo de indias de inventos absurdos y que se convierte en un activista político por el amor que le guarda a Nancy. Sin embargo, ese sentimiento de Fielding también es objeto de burla por la poca seriedad de los diálogos entre ambos personajes y porque su interacción se plasma principalmente con planos abiertos que expresan el distanciamiento que  se percibe en la pareja.

Un montaje con notable fluidez, estructurado por sucesos cronológicos, más una banda sonora de tono chusco, y la ironía en cada uno de los protagonistas, necesaria para desarrollar el tema de la película, entretienen a un espectador que debe introducirse a ese mundo que se construye en “Bananas”. Un ejemplo de que las cosas aparentemente serias de la realidad, siempre pueden tener la mirada insolente de la ficción.

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