Cuando lo absurdo tiene sentido
Encontrar una película que te
arranque carcajadas frecuentemente, con chistes que al parecer son simples pero
que responden a todo un contexto sarcástico que construye el director, puede
resultar difícil si no tienes entre tus alternativas a Woody Allen. Y sabemos
que de ese icónico cineasta podemos esperar una variedad de géneros y temas que
no le encapsulan en un solo tipo de cine.
En “Bananas” no falta el
ingrediente del amor, asunto que motiva las acciones más importantes de
Fielding Melish, un sujeto que trabaja como conejillo de indias de inventos
absurdos y que se convierte en un activista político por el amor que le guarda
a Nancy. Sin embargo, ese sentimiento de Fielding también es objeto de burla
por la poca seriedad de los diálogos entre ambos personajes y porque su
interacción se plasma principalmente con planos abiertos que expresan el
distanciamiento que se percibe en la pareja.
Un montaje con notable fluidez,
estructurado por sucesos cronológicos, más una banda sonora de tono chusco, y
la ironía en cada uno de los protagonistas, necesaria para desarrollar el tema
de la película, entretienen a un espectador que debe introducirse a ese mundo
que se construye en “Bananas”. Un ejemplo de que las cosas aparentemente serias
de la realidad, siempre pueden tener la mirada insolente de la ficción.
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