Jueves veinticinco de diciembre
Es navidá. Cómo han cambiado las mañanas de navidad. No me gané la lotería, pero abundan las golosinas, aunque prefiero el azúcar natural y fresca de la fruta.
Me abruma el desorden, pero tengo que enfrentarlo, para disminuirlo algo. El libro de Mariana se ve fotogénico en cualquier rincón, aunque sea parte del desorden. Tal vez es el título, quizá la portada, o las dos cosas. Qué agradable es la ansiedad que provoca ver libros amontonados aún por leer. Paradójico, pero cierto.
Hace treinta años, treinta y unos pocos años más, era tan emocionante levantarse cada veinticinco de diciembre y bajar a la sala a abrir los regalos con mis hermanos y mis hermanas; lo que nos regalaba el Niño Jesús, como decía después del “De:” en las etiquetas.
Era tan hermoso leer “Para: Andy” en esa misma etiqueta, porque sabía que se venía alguna sorpresa de las que le pedía al Niño Jesús en las cartas que le escribía, con mis deseos enumerados de los regalos que esperaba cada año. El papá Noel solo existía en un adorno navideño muy particular de la sala: un viejo pascuero que bailaba dentro de una caja pequeña, cada vez que abrías un cajoncito incorporado. En uno de sus lados, la caja tenía un vidrio que permitía verle al personaje moviéndose ridículamente; como en una mini vitrina. Aunque yo lo percibía como en una pantallita.
Ahora todo es una pantallita, literalmente y en sentido figurado.
Ahora la vida es otra; ahora las emociones son otras, ni mejores, ni peores, solo son diferentes. Porque las navidades también están para sentir el transcurrir del tiempo, para entender que todo cambia aunque a veces las escenas procuren repetirse con eso que llamamos tradición. Sí, su concepto puede ser siempre el mismo, pero cada navidad produce nuevos significados o evoca algunos antiguos. Depende como cada quien la viva.
Por ejemplo, esta navidad me resulta una oportunidad única de hacer una breve pausa, respirar, asumir el caos cotidiano como un desafío divertido, mirar detalles, agradecer al tiempo por hacerme sentir como que transcurre más lento, aunque me engañe. Es un significado muy significativo, aunque redunde, tan significativo como el recuerdo de esas mañanas de navidad cuando encontrábamos regalos del niño Jesús bajo el árbol.
Cómo han cambiado las mañanas de navidad.
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