Gris

La soledad se siente como transitar en un trayecto de luz opaca, que a momentos se vuelve más luminosa, o a veces sombría, pero siempre opaca. Es como caminar en una ruta donde abunda la neblina y la densidad de la atmósfera te ralentiza, a veces hasta te paraliza, porque te invade la inseguridad y el miedo de no saber qué está más adelante, pero atrás tampoco logras ver nada. 

Mientras intentas avanzar, tus pensamientos suenan en un eco constante, que al principio te perturba pero luego te acostumbras. Después, intempestivamente, se aclara el panorama, sientes que el mundo te abre sus brazos para descubrir su encanto que palpita oculto alrededor tuyo, hasta que una sombra inexplicable se cruza ante tus ojos y nuevamente te sientes desconcertado.

Pero no intentas huir porque te gana la curiosidad. Quizá es la pulsión de muerte que toma una forma abstracta para tentarte a que le tientes, hasta que, en un parpadeo, un resplandor ocasional desvanece a la sombra para regalarte cierta lucidez. Entonces, el eco en tu cabeza se vuelve más intenso para gritarte que estar solo es perderse y encontrarse constantemente en un gris profundo.


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