La vida puede ser un delirio
Terminar un libro que uno disfrutó de principio a fin provoca una sensación especial. Piensas en los personajes, la memoria recopila escenas significativas del relato y, sobre todo, suspiras. Creo que siempre un buen libro te va a sacar suspiros con diferentes significados. Pueden ser suspiros románticos por la historia que atraviesa la obra, pueden ser suspiros de admiración por la calidad narrativa de lo que acabas de leer, pueden ser suspiros de melancolía si existen circunstancias impactantes que te conmovieron especialmente o suspiros porque la vida te está regalando esta oportunidad de encontrarte con un libro que permanecerá en tu memoria como un recuerdo emocionante.
Estas son las primeras palabras que me nacen después de finalizar “Delirio”, de Laura Restrepo. Creo que suspiré en todos los sentidos mencionados y hasta tengo ganas de llorar. Eso no es raro en mí, porque he sido llorón desde niño, pero esta vez las ganas surgen desde la satisfacción por haber sintonizado con este relato tan particular que me hizo pensar en la conclusión que la planteo como título de esta reflexión.
Es que la vida puede ser un delirio, definitivamente. Aunque existe una realidad palpable en la que existimos, está en cada uno asumirla desde la perspectiva que uno quiera, aunque ese implique algo de locura de por medio, incluso. Porque, ¿quién nació con su mente superior a la de otros u otras, y goza de cordura plena? ¿Acaso los diferentes roles que adoptamos en las diferentes situaciones y escenarios donde nos movemos en la vida, no significa que deliramos un poco para acomodarnos a normalidades establecidas colectivamente?
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