El síndrome del inicio que nunca acaba
Un mes transcurrió desde mi último texto publicado aquí. Un mes de algunos intentos de nuevos textos. De los típicos comienzos que no termino; el más intenso defecto mío. No sé por qué le llamo intenso, quizás es el adjetivo equivocado, o de verdad sí es un defecto intenso que tengo. Intenso en el sentido de lo profundo que puede volverse, hasta perder la capacidad de terminar un texto completo. El síndrome del inicio que nunca acaba.
El título plantea una hipótesis y yo la tengo que confirmar o descartar con este mismo texto. Y le sumo uno más.
Suena Quién te va a cuidar; o sea, "El magnetismo", una verdadera tentación para que me distraiga con esa maravilla de canción. Pero pasó rápido. Ahora es Pablito Lescano y su versión de "Si te vas". Me dan ganas de llorar, por ese simple gusto de llorar que me provoca la música con ritmo que hace bailar entre la nostalgia y la melancolía, que no son lo mismo. El maestro Gabriel Rolón diría que soy fan de la pulsión de muerte, algo así como cierto gusto por la tristeza y todo lo que de ella implica.
Me levanté a traer mi cámara, un nuevo distractor de mi escritura, o quizá estimulante, como ahora, que la usé para tomar foto del reto que trae el texto más que me propongo acabar hoy también.
La música se fue a la mierda. Una versión de "Señor Cobranza" suena muy feo. Me retracto. Lo escuché desentonado y con voces extrañas a las de la versión argentina que siempre me gusta. Esta parece mexicana, porque canta Dr. Shenka junto a Bersuit, y aunque no tengo idea de dónde es Dr. Shenka, me suena a que es mexicano. Y no queda tan mal. Nunca va a ser de mis canciones favoritas, pero la respeto.
Bueno. Ha pasado un mes desde mi último texto publicado y he intentado escribir sobre muchas cosas, reales e imaginadas, pero que ameritan escribirse. Me ha costado terminarlas porque siento que la cabeza se dispersa fácilmente con tanto sobrepensamiento. Eso evita concentrarse en una sola responsabilidad / iniciativa que uno tenga. Porque a eso nos hemos acostumbrado, a transitar entre iniciativas y responsabilidades que se sabotean entre ellas, mientras nosotros procrastinamos.
Hablo de nosotros porque estoy seguro de que muchísima gente atraviesa lo mismo que yo, y no necesariamente con la dificultad de terminar de escribir algo, sino, por ejemplo, la dificultad de decir a la pareja que ya no le quiere, de lograr la disciplina que se necesita para para practicar bien en un deporte, de dejar ir sentimientos atascados con rencores u orgullos innecesarios, y un largo etcétera de puertas abiertas en nuestra cabeza; puertas de armarios en tu habitación que no te dejan dormir tranquilo mientras no los veas totalmente cerrados.
Y ahora estoy en un punto de inflexión, cuando la mente comienza a presionar para atender otros asuntos, mientras este no llega a su punto final. Pero también estoy con la concentración necesaria para no abandonar este texto como los de este mes. Son, al menos, cuatro o más. Muchos más, porque además de mis notas, mi cabeza también tiene guardadas algunas ideas. Tengo la opción de explorar mis notas y hacer una lista de todos los textos pendientes, o también puedo comenzar, a partir de la siguiente publicación en este blog, a terminar lo comenzado.
Valga tanta redundancia con tal de acabar.
La hipótesis ha sido descartada por hoy. El camino está trazado para seguir haciéndolo.


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