Perfect Days

A pesar de mi esfuerzo por no quedarme dormido, fracasé en el intento. Resulta que le puse play a Perfect Days en MUBI, un estreno del gran Wim Wenders, que estaba esperando desde el año pasado, con la confianza de que el entusiasmo del momento me iba a mantener despierto. Solo aguanté media hora. 

Pero no me rendí. Puse pausa un ratito y me levanté a hacer un té de toronjil y valeriana (qué viejo me estoy poniendo). Además, ya sentía el frío de la noche instalado. Así que esperaba que eso me despierte otra vez y pueda terminar de ver la película completa, antes de acostarme. Esta vez no aguanté ni diez minutos, creo. Y así, unos tres intentos más, pero fue imposible. La segunda mitad de Perfect Days la veré tomorrow, dije.

Estoy editando una serie de fotos sobre presuntas representaciones de lo que significa Desolación. Esa palabra tan elegante, que su significado la contradice. Escucho Perfect Day, de Lou Reed. Porque tenía que ponerle ambiente de la peli a este momento de escribir. Y me acuerdo de Hirayama, el protagonista de Perfect Days. En una escena está escuchando esa canción con la satisfacción que le provocan los pequeños detalles de la cotidianidad, como a mí. Supongo que me identifico con este personaje. Por esa manera de tener bien abierto los ojos ante las cosas mínimas que nos rodean y pueden ser hermosas. 

Está terminando de sonar Feeling good, de Nina Simone. En realidad, la tuve que repetir. Porque me distraje un momento. Me dio ganas de comerme un sánduche y combinarlo con coca cola fría. Pausa de hambre, imprescindible. Así que suena Feeling good, la canción con la que se cierra Perfect Days, la canción suena en pleno, con un primer plano de Hirayama, sonriendo mientras maneja a su trabajo, con el sol en su cara. Pero su aparente alegría flaquea, y su rostro comienza a dar indicios de tristeza, en sus ojos, principalmente. 

Creo que ese cierre es una síntesis hermosa de la película. En la mirada de Hirayama hay un arco dramático igual que el del film. Sus gestos de tranquilidad o alegría que demuestra a primera vista en su rostro, se van trastocando con cierta angustia que insiste por cambiarle el semblante. Así mismo es la capa narrativa de la superficie de Perfect Days, para nada superflua, construida en presente, con la que Wim Wenders despierta en el espectador una inquietud por entender ese presente del protagonista que limpia baños públicos en Tokio, sin el menor reparo y con una energía admirable. Pero no tarda en aparecer la sospecha de que algo debajo de ese presente controlado por el protagonista, está alterando esa rutina perfecta de Hirayama, algo del pasado que llevó hasta ese presente que tenemos en la pantalla.

La recreación de la rutina del protagonista, como esqueleto de montaje es una decisión inteligente y divertida que Wim Wenders tomó. Eso no implica riesgo alguno de que la película se vuelva monótona, porque, si bien se pone en escena una rutina, esta es materializada con diversidad de planos y escenas que no son redundantes.

Siento que sueno muy técnico. Mejor aterrizo un poco más a lo emocional, que es una de las fortalezas de la película. A través de su relación con el entorno y con la gente, Hirayama expresa diversas sensaciones relacionadas al placer de estar conectado con el ahora, porque “¡la próxima vez es la próxima vez! Ahora es ahora”, como lo dice al unísono con otro personaje clave (a quien no la especifico para evitar spoilear).

Y la música. Sin duda, la música de la película es otra manera de instalar las emociones de Hirayama. Las canciones seleccionadas, la mayoría populares y legendarias, tal vez son parte de una playlist de temas que le encantan a Wim Wenders. También se relacionan muy bien con el protagonista. O este demuestra una auténtica sintonía con la música que le acompaña constantemente, y esto, de cierta manera, también influye en el ritmo del relato.

Ya terminé de editar y publicar las fotos sobre la desolación. No sé qué tiene que ver esto con la película, más que el momento que coincidió en ambos procesos, el de armar esa galería y analizar de cierta manera a Perfect Days. 

O quizá sí hay una razón más. Siento que este día que está acabando, cuando ya estoy en mi casa, entretenido con la edición de las fotos, hoy acompañado por la Celeste, luego de pasar relajado desde temprano, se parece a esos días en los que Hirayama descansaba, en los que también tenía una rutina, que incluía el ir a retirar fotos reveladas que hacía con su cámara análoga. Después, se acostaba a leer, hasta que el sueño le ganaba. Creo que hoy le imitaré con eso, después lavar los platos que me están esperando desde ayer de noche en el lavabo.





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