Catástrofe

Siento un constante  acecho de la catástrofe. Bueno, ya estamos condenados a la mayor catástrofe de todas: el fin. Porque todo se acaba y es horrible. Se acaban las relaciones humanas; amores y amistades. Se acaban las buenas épocas, una hermosa canción, el pan, el tiempo, el dinero, los perritos, la juventud, la vida. Todo tiene un fin y esa es la peor catástrofe.

Pero antes de la catástrofe está la tragedia, su antesala, el verdadero golpe que te lanza al pozo de la desolación por la catástrofe que trae. ¿Cómo evitar que los pensamientos sientan que la tragedia está cerca? No sé si me hago entender, pero últimamente siento que me invade el miedo de que algo malo va a pasar, de que una catástrofe está a punto de ocurrir. Obviamente que en algún momento la sufriremos, pero hay días que siento que ese es el día de la tragedia, de la catástrofe, del fin.

No me pasa siempre, pero cada vez resulta más frecuente. Tendré que contarle de urgencia a mi psicóloga. Justo la siguiente semana me toca mi sesión mensual. Estoy casi seguro que la Eli me tranquilizará. Ella ya me conoce y me interpreta cada vez mejor. Me ha ayudado mucho a reconocerme como alguien valioso, algo de lo que siempre he carecido.

Escucho, Duérmete niño y le repito. Es una canción que relaja y entusiasma al mismo tiempo. No sé por qué exactamente; quizá porque el Pity Álvarez les canta con ternura a los niños y a las niñas, que no merecen sufrir en este mundo cruel. 

Por suerte hay muchos niños y niñas que pueden vivir en buenas condiciones; pero otros no entienden por qué llegaron a una vida tan perversa. Su curiosidad e imaginación les aísla un poco de la cruda realidad, pero eso no implica que no sientan también el peso de las circunstancias, o sea, de la pobreza, de la violencia, de la indolencia. A veces son quienes sufren más que nadie, cuando pierden a sus papás, a su familia. Cuando la catástrofe llega casi sin intermedio de la tragedia, que es tan fugaz pero contundente.

Así que el fin está cerca, me dice mi mente de vez en cuando. Quisiera aprovechar esta situación para convencerme de una suposición que tengo. Puede ser que me esté interesando escribir más suspenso y terror. Y, tal vez, mi mente quiere acostumbrarse a imaginar situaciones catastróficas que pueden ser la esencia de un cuento o de un relato. 

Si no es algo premeditado por mi intelecto, puede ser una manera inteligente de enfrentar este sobrepensar en tragedias, esta ansiedad que provoca la idea de que todo tiene un fin. Y ahora caigo en cuenta un pequeño detalle: lo que siento que va a llegar a su fin pronto, aunque no tenga certezas para asegurarlo, es mi vida. 

Sé que sueno incoherente, pero eso es lo que ocurre actualmente en mi cabeza, de vez en cuando, no siempre, pero se vuelve algo insistente. Yo solo espero poder controlar y evadir, si es posible, estos pensamientos, con la intuición de la creatividad, y que esto no sea lo último que escriba.


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