Viernes

 Hoy llegué a casa y no me esperaba nadie. Es que no tengo nadie que me espere en casa; un costo inevitable que tengo que asumir desde que vivo independiente. Algo de lo que caí en cuenta cuando en mi estómago sentí un vacío de esos que te restriegan el alma hasta provocarte esos nudos en la respiración que solo se desatan con lágrimas. 

Mucha palabrería para solo decir que me dio ganas de llorar cuando llegué a la casa porque me sentí solo, como me sentí ayer, anteayer, no el martes - porque fue mi cumpleaños - pero sí el lunes y el domingo. Tal vez hay mucho silencio, a veces, aunque procuro escuchar siempre música o algún podcast, mirar pelis, leer un libro o escribir. Así se atenúa un poco esta sensación extraña de no compartir con nadie más tu hogar.

Pero creo que me voy a acostumbrar. Ahora siento esto porque nunca lo había experimentado. Y yo mismo me doy ánimos, mirando a mi alrededor. En el estudio que tengo en mi departamento, el espacio que influyó muchísimo para que me haya decidido a mudarme acá. Con mi librero, fotos y otras chucherías de decoración, me siento a gusto en este espacio al que me falta darle más mi toque personal, pero poco a poco lo haré.

Eso me tranquiliza, me incentiva a vivir esta nueva cotidianidad desde la libertad que la caracteriza. Porque si algo necesitaba era sentirme más libre para tomar mis propias decisiones, para organizar mi vida pensando primero en mí, no porque quiera ser egoísta, pero como una acción básica para aprender a valorarme mejor.

Casi todo el día me ha dolido la cabeza. Sé que fue por la presión de varias cosas que tuve que hacer en el trabajo y, seguramente, el cansancio acumulado de las madrugadas de la semana. Llegué con ganas de solo acostarme y olvidarme del mundo, pero aún tenía ciertos asuntos pendientes y sentí el impulso de escribir esto.

La Celeste ya llegó y eso me pone muy feliz. Es que es hermosa, es mimada, es juguetona y es cariñosa. Además, dormir junto a ella es una de las sensaciones más reconfortantes de la vida. Olfatea cada rincón de mi hogar que también es suyo. Solo me preocupa un poco no tener un patio o balcón. Tenemos que salir a la calle para que se distraiga un poco, pero eso me costará un poco, luego del asalto que sufrí. Pero todo pasa y no me dejaré ganar por el miedo.

Tomo agua en un vaso de cerveza y me doy cuenta que aún no me tomo ni un solo trago en este lugar. La recuperación del golpe que recibí en mi cabeza por el asalto me lo ha impedido. Quizá este fin de semana largo tenga la oportunidad, siempre y cuando ya me retiren los puntos de mi heridas. 

Ya quiero cerrar este episodio, pero tengo un poco de dolor en una zona del lado derecho de mi cabeza cuando abro mucho mi boca, para bostezar, por ejemplo. Ojalá que con la retirada de puntos alivie esa molestia, sino, me perturbará un poco la idea de que pueda tener alguna secuela grave en mi cabeza por culpa de esos hijueputas que me asaltaron.

Son las nueve y media de la noche y tengo que merendar algo. Tengo carne molida y fideos de tornillo. Esa mezcla es rápida y fácil de hacer. La Chele ya comió y ahora solo quiere jugar con su pelotita amarilla de Barcelona. La trae con su hocico y la suelta sobre mi pierna o la deja caer sutilmente en el piso para que rebote. Acerco mi mano a su cara y gruñe mientras me muerde suavecito los dedos. Qué bien se siente su compañía. Así podré dormir con más tranquilidad para mañana ir a ciclear con mis hermanos.

La carne molida ya debe estar descongelada.

Buenas noches.



Comentarios

Entradas populares