Hoy hice lomo salteado

Tomo leche. Medio vaso de leche, porque se acabó. Ya no hay más en el envase de un litro que compré la semana pasada. Igual sí duró algo. Pero hoy preferí tomar leche que café. Repentinamente, se me fueron las ganas que tenía de tomar un café. Parece que nace una relación de amor-odio con el café. 

Tengo que cocinar mi almuerzo para mañana, pero antes paso un momento por mi compu.

Busco en mi archivo. Es el segundo de mis discos duros. Hay fotos aleatorias y otras clasificadas en carpetas como BARCE, Cumple Agustina, Matri, Whatsapp Sept2017_Julio2018 o Aleatorias_Noviembre-Diciembre2017. Entro a esta última; que lo aleatorio me sorprenda. Veo fotos que hice una tarde viendo al Barce en el Atahualpa. Cuando Jonathan Álvez posó para mi cámara. Pero esa no es la que me sorprende, porque ya la conocía, más bien encuentro una imagen pulcra, del inicio del partido, con apenas los árbitros en la mitad de la cancha, casi uniformes, si no fuera por el central que revisa si guardó bien la billetera.


En la misma carpeta hay un camión que va a toda velocidad y mi lente le capta desde atrás. Una foto al vuelo. A unos ochenta kilómetros por hora o un poco más. Obviamente, distorsionada, pero hermosa. Ahora recién lo noto en esas estelas de luz con las que pausé la velocidad, es decir, controlé al tiempo y lo encapsulé ahí.  Es una foto de un viaje que hicimos con mi hermano Alejo al Tena. Ese resplandor del cielo es de madrugada, porque viajamos tempranito para volver tempranito. Fuimos a registrar un matrimonio colectivo, no me acuerdo cuántas parejas se casaron, pero fueron más de diez, creo.


Palomita sin contexto en un suelo de Mendoza. Está suelta en la primera ventana de uno de los discos más recientes que tengo, donde estoy almacenando las originales y editadas de estos instantes que voy descubriendo en el archivo. Hay otra al lado, pero con una ligera diferencia de composición. Prefiero esta que siempre le quise publicar, pero no encontraba texto para acompañarlo, ni excusa para publicarla, hasta hoy. 


Después de osbervarla en la edición, siento que, tal vez, sí la publiqué. De todas maneras, hoy la siento como otra sorpresa de mi archivo.

Pensé que me iba a salir mal el arroz, porque las hornillas eléctricas son un poco pendejas para la regulación de la potencia, y prácticamente solo funcionan a la máxima, porque cuando la quiero colocar a fuego medio o bajo, se apaga el horno. Pero quedó bien el arroz, igual que el lomo salteado. 

Esto de combinar la cocinada con la escritura no está nada mal. Me divierto y fluyen buenas ideas. Como la de hoy. O como la de cortar cebolla y pimiento y hacer trocitos de carne, para hacer un lomo salteado. Un menú espontáneo que quedó sabroso, aunque eso lo confirmaré recién mañana en el almuerzo. 

Un arroz con huevo después

La alcancía no deja de mirarme. El perrito alcancía que me regaló la Ari, una amiga del Zoo. Siento como si me estuviera presionando para no olvidarme de que tengo que irle proveyendo de moneditas. Hasta ahora no le he puesto ni un centavo.

Tomo té de hierbaluisa y lo combino con una limonada. Son mis combustibles de hoy. Nada de café ni Coca Cola. Cambié el disco. Ahora abrí el más antiguo que tengo, del 2015, en mi primer año del Magíster. Qué horrible palabra es esa. 

En la sección de fotos hay algunas: BARCE (otra vez), Entornos, La calle, Quilotoa, VARIAS, etc. Escojo La calle, mi principal interés cuando quiero empaparme de cotidianidad. Observo algunas, donde predomina gente. Diversos gestos y acciones, pero todos en tránsito. Quizá haciendo una pausa, pero siempre en tránsito. Porque la calle siempre va a ser solo escenario de tránsito, de circulación constante de instantes irrepetibles, volátil, aunque a simple vista parezca lo mismo todos los días.

Encuentro dos que me ponen a dudar. Dos casi iguales, pero en una aparece solo una niña; en la segunda, un niño corre tras ella. No sé cuál prefiero. Las dos me sorprenden. Descubro dos más, con el mismo encuadre, aunque con el niño y la niña saliendo del restaurante al que entraban en las dos primeras imágenes. 

Hago retoques de luz y color a las primeras para ver cuál me convence más. Me decido por la persecución, porque también tiene una composición más completa con los elementos que identifican al restaurante. 

No me acuerdo del momento que hice esta foto. Seguramente fue en una de esas aventuras que se me ocurrían emprender. Salir a caminar con mi cámara lista y registrar. Nada más que eso. Nada más que esa costumbre que adquirí en Chile, que se convirtió en un inmenso placer que en Quito ya no tengo la libertad para disfrutarlo, como en el tiempo que hice esa fotografía, el 20 de junio de 2017 a las 17:32, según la información del archivo. Hace solo siete años.

En la misma carpeta encuentro a la señora de los pinchos, a quien le hice algunas fotos, con diferentes planos, unos más cercanos y otros más distantes, con mucha o poca gente alrededor. Me detengo en una y me la escojo rápidamente. La señora me regresa a ver, por encima de un taxi que cruza en la esquina. Es una mirada que puede ser de susto o de advertencia. 

Es que yo suelo ser imprudente o poco discreto para fotografiar a la gente. Mi manera de intentar captar escenas espontáneas, sin que se note mi presencia porque eso puede alterar la esencia del instante, a veces puede generar sospechas de que podría ser un espía de alguien, tal vez de alguna autoridad o de un grupo de delincuentes. 

En este caso, tal vez, la señora sospechaba que yo la espiaba de parte del municipio, para ver la manera de sancionarle por vender en un sitio prohibido de la ciudad. Pero no le podía explicar que era un simple observador. Simplemente, me hice el loco. Pero esta vez, aunque la protagonista notó mi presencia y me mira directamente, junto a otra mujer más joven detrás de ella, tal vez la hija, no se altera la espontaneidad de la foto; al contrario, esas miradas son los gestos que le dan poder a la foto.


Iba a cambiar de disco, pero me dio ganas de abrir la carpeta Viajes. Encontré una de Viña del Mar y Valparaíso. Le eché una ojeada y descubrí la foto que más me ha gustado de esta selección. Una manifestación precisa del azar. Prefiero no describirla, solo mostrarla y ya. Seguramente en esa carpeta hay más fotos impresionantes porque Valparaíso es un puerto bastante fotogénico, pero por esta vez me quiero quedar con esta.


Siguiente disco; el tercero o antepenúltimo. Igualmente, hay una variedad de carpetas con temas tan significativos como Mónica, una recopilación de imágenes captadas con el celular, de diversos rincones de mi amiga Mónica, una señora que tenía su salud mental alterada, pero vivía relativamente tranquila con medicación. Mi hermano Alejo la conoció primero, y una vez me presentó porque nos interesaba trabajar en algo alrededor de la salud mental. Algo como un documental o un proyecto de ese estilo. No lo concretamos, todavía, porque sí tenemos cierto registro de Mónica y sus espacios.

Pero no escogí foto de ahí. Opté por Puerto López 2020. Es una carpeta de fotos de un viaje casi imprevisto y fugaz, que hice por mi trabajo en el Zoológico. Al segundo mes de haber entrado. Tuvimos que viajar con la Gaby, mi jefa, y la Eri, una de las veterinarias, a dejar dos tortugas marinas en un centro de rescate de esa ciudad en Manabí. 

Durante el poco tiempo que pude estar a orillas del Pacífico, fotografié a unos perritos que deambulaban por ahí junto a unos niños. Mi sensibilidad por los perros ya se había comenzado a instalar en mí, pero todavía no les veía tanto con ojos de cariño como les veo ahora. Sin embargo, encontré una foto sutil, con un perrito que posa sin darse cuenta, lo que le convierte en el núcleo expresivo de esta imagen. Otra manifestación llamativa del azar.


Otra vez perritos. En este disco solo me llamaron la atención estos seres que se reproducen por doquier, y cada uno con su propia magia. Así que ahora me sorprende una imagen donde hay dos perritos de carretera. Se les aprecia fragmentados, en una composición muy interesante.


Hasta aquí llego, por hoy. Quedan dos discos, pero son los más recientes. Las fotos no se van a sentir tanto como un archivo descubierto. Tengo que explorar más los inventarios de los más antiguos. Seguro me esperan más sorpresas.

El lomo salteado ya quedó listo, en la refri, para llevarlo mañana al Zoo.




Comentarios

Entradas populares