Solo aguanté el primer tiempo

Nunca pensé que llegaría a esto. Ni en las épocas más oscuras y deprimentes de resultados. Aunque el rival haya sido Olmedo de Riobamba. Nunca en la vida creí que iba a dejar de ver el segundo tiempo de un partido del Barce, porque el primero me aburrió hasta el límite de sentir que estaba perdiendo el tiempo, que podía estar haciendo cosas mejores, como escribir este texto.

Por eso lo hago mientras todavía transcurre el segundo tiempo, en no más de quince minutos, así que falta más de la mitad de esta parte para que acabe el partido. Podría arrepentirme y bajar. Y olvidarme de este texto. Pero no, la tentación quiere hacerme flaquear pero no se lo permito. Este texto es un nuevo impulso al - casi - hábito que he comenzado a desarrollar en estos meses, a la par de leer. Es que quiero ser escritor, aunque sea denominado así solo por mí mismo.

Bueno. Bajé un rato. Es que necesitaba un vaso de agua para concentrarme. No es una necesidad cada vez que escribo, pero para este texto particular necesito tener agua en un vaso, cerca mío. También me estoy comiendo una pera, todavía algo sólida antes de ser una vulgar fruta espesa. 

Pasé por la sala de la tele. Están: mi hermano Rober y mi papá. ¿No pueden?, pregunté, muy seguro de que ese juego lento y sin emoción es muy poco productivo para el Barce y es el origen de este drama. Ellos conversaban de algo más en voz más baja y yo pensé que estaban comentando algo del partido. No; estaban hablando sobre la vía a Papallacta. En la tele ya se registraba el minuto 62:11.

Pasaron diez minutos y mi papá me llamó. ¡Venga a ver el penal para el Barcelona!, gritó. Ya están dos a uno, agregó. Más por respeto a su llamado que por interés de ver el penal, fui a la sala de la tele. Minuto 72:21 marcaba el reloj en la pantalla. Diez minutos y diez segundos después de pensar que iba a ver el partido solo hasta ese momento, estaba otra vez pendiente de una posibilidad de gol del Barce. Lo iba a patear Adonis, para colmo, Adonis Preciado, el jugador más sobrevalorado que tiene Barcelona. Hace el intento por convertirse en figura, pero no lo logra. 

Quizá Adonis personifica la manera en la que, de cierta manera, percibo al Barce a estas alturas de la vida. De cierta manera, digo, porque a pesar de tener este conflicto emocional con el Barce, o drama, como lo dije algunas palabras atrás, estoy seguro que siempre será una de esas pasiones imprescindibles como pulsión de vida. Entonces, de cierta manera siento desidia por la actualidad de mi Barce, y de cierta manera sé que igual siempre va a estar en mi corazón de hincha.

Pero tal vez hay una crisis con mi equipo. Tal vez el cambio que afronto personalmente en varios aspectos de la vida, también le iba a tocar al Barce. Y así lo está haciendo, mientras yo lo asimilo con tranquilidad, enfatizando en que esta pasión nunca morirá, aunque ahora la vivo diferente.

Bajé a rellenar mi vaso de agua mineral y pasé por el cuarto de la tele. Ya estaban en el minuto 90 con un minuto agregado de un total de seis. El marcador ya era tres a dos, con el peligro de que El Nacional empate al último, pero no se me aceleró el corazón como solía pasar normalmente. Me quedé mirando unos pocos segundos, pero vi que faltaban todavía algunos minutos y me impacienté. Fui a la cocina a ponerme el agua y volví a la tele. Ya solo faltaban tres minutos y el juego estaba detenido por una falta. Típico de este fútbol que adormece.

Pitó el juez y mis emociones ni se inmutaron; más bien, subí enseguida a mi cuarto a continuar con este texto. Y acá estoy, desahogando esto que me ocurre con el Barce, que no significa estar abandonando el barco, solo buscando un sitio diferente en la embarcación, con más vista al mundo que me rodea, que me dice que le descubra también por otros intereses, por otras pasiones, por otros hábitos, por más formas de pensar, por nueva música, por el maravilloso cine y por la encantadora, como tan desafiante, literatura. 

Ahí está la razón. No se puede acaparar todo en la vida. El Barce no dejará de ser una pasión imprescindible, pero cederá el privilegio también a otros asuntos que ya me encantan.


*Me dio ganas de ver Hombre mirando al sudeste. Recomendadísima.









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