Lavidavueltas

  • ¿No le puedes poner Soltero?, pregunté con una risita ingenua.
  • No, respondió el que me atendió, también riendo leve y espontáneamente.
  • Al módulo treinta y ocho por favor, añadió el tipo, mientras me devolvía la hoja donde constaba mi turno.
El tipo. El burócrata. El man que hace cédulas todos los días, o sea, que registra datos, datos y más datos los mismos, uno tras otro, de una infinidad de personas, con nombres rimbombantes e insignificantes, con una monotonía que puede volver loco a cualquiera. A mí me recibió ansioso. No me esperó ni dos minutos para llegar hasta su módulo diecisiete porque el momento que llegué me dijo que ya había llamado al siguiente. Tuvo que pedirle al joven y su madre que venían atrás mío que les esperen, con una cordialidad forzada.

Suspiró y siguió, tecleando los números de mi cédula para verificar nuevos datos, datos y más datos.

Me levanté de la silla en la que esperé que se procese el trámite para obtener mi nueva cédula, pensando, una vez más, que es innecesario etiquetar como Divorciada a una persona que terminó su matrimonio. Claro, esa es la definición, pero legalmente no debería asignarse ese término a alguien que ya no tiene un vínculo oficial con una pareja, porque simplemente vuelve a ser soltera o soltero, y punto.


Hasta pensar eso ya llegué al módulo treinta y ocho para que me entreguen el nuevo plástico. Adelante mío, en la fila de espera, había una pareja con su bebé aún como una cría. Me imaginé una escena así, en la que yo soy el protagonista, el papá que acomoda una cobijita sobre la canasta del coche en el que llevan al bebé, para que no le llegue ninguna luz, ni siquiera la luz de la sonrisa de la mamá cuando brilló de alegría al recibir la cédula de aquel pequeño ser que acababa de ser registrado oficialmente en este estado fallido. 


       - Bueno, lavidavueltas, dije.

       - Perfecto día para el tatuaje, pensé.


Lavidavueltas era una de las dos frases que la Catalina me iba a tatuar esa tarde, luego de sacar mi cédula actualizada. Ay, la Catalina.


        - Lavidavueltas, pensé, mientras ya guardaba, en mi billetera, la pulcra y flamante credencial, solo con la pequeña molestia que me produjo mi foto, una vez más.


En la época de la U desarrollé un hábito poco importante, pero divertido. Se trataba de juntar dos o más palabras cuando la última sílaba de la primera palabra coincida con la primera sílaba de la palabra siguiente, y así sucesivamente, si fuera el caso. Mis amigos y mis amigas me seguían la corriente en ese juego, y generalmente reíamos juntando nombres, como los épicos Jaimejía, Manuelasso o Bolívarboleda. Tan poco importante como tan inolvidable resultó esa costumbre, que tatuarme algo que deje constancia de este invento mío se convirtió en una necesidad.




Lavidavueltas es mi combinación favorita. Es una oración completa, abreviada por la unión de dos verbos monosílabos idénticos. Y es una gran verdad. Porque vivimos en un constante vaivén de emociones, sueños, gustos, experiencias, perspectivas, expectativas, en medio de un tiempo que cada vez resulta más despiadadamente fugaz, lo que pone a la vida a flotar en una balsa libre, que gira y gira, sube y baja, sobre un mar agitado que soporta truenos y aguaceros, y se reconforta con atardeceres deslumbrantes. Claro que a algunos les va mejor. Su vida no se sostiene de una balsa, sino que se asienta en embarcaciones robustas, que les dan estabilidad para mirar el panorama con más calma; pero el mar siempre es impredecible, como lo que va a pasar mañana.


Son palabras precisas para momentos significativos de la vida, como el de aquella tarde, hace exactamente una semana. Tener en la mano una cédula donde ya no consta la Bachis, un documento donde le borraron de mi vida como yo hice con el matrimonio que alguna vez tuvimos. Y pensé que crecimos, vivimos, aprendimos, sentimos tantas cosas en la vida juntos, que hasta un divorcio experimentamos (una risita interna brotó, espontánea, al finalizar esa conclusión).


Mirar de frente a mi realidad actual me está costando muchísimo. Hay incertidumbre, hay inseguridad, hay remordimientos, hay miedos, hay sueños, hay fuerzas, pero, sobre todo hay ganas de salir de esto. Porque, así como lavidavueltas, otra certeza de esta existencia es que No feeling is final, la otra frase que me tatué aquella tarde del 9 de noviembre del 2023.



Mi recomendación de ahora:






 




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