Mi tía Marianita

Mi tía Marianita vivió en Nueva York muchos años, y cada vez que venía a ver a su familia quiteña era un acontecimiento importante. No sé si todos consideraban de esa manera a sus visitas, pero a mí me ha deslumbrado siempre su presencia de señora bien peinada como si tuviera una importante cita con un prestigioso ejecutivo de negocios.

Además, las tendencias de moda neoyorquinas siempre influyeron en ella para vestir prendas finas y elegantes que le dan solemnidad a su semblante. Y su olor, siempre su olor agradable de algún perfume quizá adquirido en promoción en algún Macy’s de su querida niuyor.

Aunque siempre le gusta estar acompañada, mi tía Marianita es una mujer solitaria. Una vez hizo el intento de casarse, pero la suerte le puso un puertoriqueño violento que conoció en tierras gringas, del que pudo librarse a tiempo. Esa experiencia le bastó para no querer volver a intentar comprometerse con alguien. 

Pero parece que no le ha hecho falta. Su rutina en los Estados Unidos le exigía tiempo completo para servir como ama de llaves a una familia adinerada, el trabajo en el que estuvo más tiempo. Después se aventuró a otras experiencias, en aquel Nueva York de los setentas y ochentas, en el auge de la música latina, especialmente con la Fania All Star y sus estrellas como Héctor Lavoe y Willie Colón, de quienes Marianita habla como si hubieran sido conocidos suyos. El paso de los años le permitió convertirse en ciudadana americana, a pesar de que nunca pudo llegar a dominar el inglés, aunque a veces hace el intento de hablarlo, con cierto tono del latino neoyorquino, como lo hacían los integrantes de la Fania.

Recuerdo cuando la fuimos a visitar con mis papás y mi hermana. Estuvimos pocos días, creo que solo tres o cuatro. Conocimos New York al ritmo de ella, con improvisación y espontaneidad, perdiéndole su paraguas sin querer, por despiste de mi hermana y de todos, en realidad; adaptándonos a la manera en la que ella maneja su tiempo. Aunque por eso le suelen calificar de impuntual o despistada, yo creo que, simplemente, tiene el derecho y la libertad de organizar su vida a su antojo, por la independencia que le caracteriza. Y siempre respetaré su esencia, así de auténtica.

Ahora mi tía Marianita vive en Quito, pero añora volver a Nueva York. Creo que entiendo ambas situaciones. Por un lado, es evidente que en su vejez necesita sentir cerca a sus hermanas, amigas, a sus sobrinos, a todos quienes la cuidamos y queremos. Pero, por otro lado, intuyo que vive con la nostalgia permanente de la mujer que se atrevió a enfrentar el mundo sola, el principal desafío que le ha dado sentido a su vida.


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