Las dos vecinas

Tengo una vecina de Barcelona y una vecina china, o de Taiwán, para ser exactos. Un pequeño mundo abreviado entre la casa de enfrente, la casa de mis papás y la casa de al lado. Representamos a tres de cinco continentes de este planeta, ya es una mayoría respetable e irrefutbale.

La vecina española está vomitando, le escucho de baño a baño, porque son espacios colindantes. Primero las arcadas, luego el sonido de los sutiles escupitajos después de consumarse el vómito. Tose un poco también.

La taiwanesa cuida minuciosamente las plantas de su jardín. De vez en cuando la miro concentrada entre las macetas que le dan la mayoría del verde a la parte de la entrada de su casa. No está en este momento dedicada a eso, pero tengo principalmente esa imagen de ella.

A la vecina de Barcelona sí la escucho en el instante y la imagino solamente con lo que el sonido me provee. Entonces, la veo arrodillada en el piso, abrazada al inodoro, descalza, con un pantalón de pijama azul marino y unas franjas blancas casi imperceptibles. Su blusa es solo de tiras, de un rojo chillón. Ella es de pelo castaño claro, de cabello muy rizado, tiene ojos verdes o azules con lentes. Es guapa.

A la vecina taiwanesa solo la evoco, de acuerdo a las referencias visuales que mi memoria guarda de su más reciente versión. Es que también me acuerdo de la versión más antigua de ella, cuando era una chica colegial, de una escuela del barrio, que fue convirtiéndose en colegio mientras la hija de la dueña de ese lugar iba sumando grados y cursos. Y cuando la niña se graduó, se cerró el colegio. Qué buena idea para educar a tus hijos sin descuidarte de ellos hasta que pueden ser (quizá) independientes.

Resulta que la vecina asiática estudió ahí, fue amiga mía en algún momento porque también era parte del grupo de amigas del barrio con quienes crecí. Hasta sé su nombre, pero mejor dejarlo en el pasado, porque ahora es como otra persona, casi desconocida, porque apenas le ubico por su pasatiempo de cuidar prolijamente su jardín. 

El tiempo pasó entre esa época descomplicada de adolescencia y esta temporada de la desafiante adultez. Ahí hubo un lapso en el que cada quien vivió su vida en lugares distintos, lejanos, con miles de circunstancias sucediendo, lo que obviamente generó que las relaciones se enfríen, cambien, se desvanezcan, en ciertos casos. Así ha ocurrido con Shain, la vecina de enfrente, y con otros amigos y amigas que cada vez son más del pasado que del presente.

De la barcelonesa no sé mucho. En realidad, no estoy seguro cómo supe que es de allá. En algún momento pensé que era argentina porque escuché al paso su acento y me sonó medio porteño, pero me parece que mi mamá me contó que es de Barcelona. De todas maneras, ella es un nuevo personaje de esta vida transitoria, porque solo estoy por un tiempo en la casa de mis papás. Siento cierta urgencia de encontrar mi espacio, algo cómodo y seguro, donde pueda comenzar a sentirme verdaderamente independiente, lo que será, sin duda, la principal pulsión de vida que necesito.


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