La primera vez que entendí lo efímero del asunto

 Desde la ventana del bus yo miraba al vacío. Afuera seguían mis papás esperando que comenzara el viaje a mi aventura en el campamento Aire Libre, y yo no dejaba de mirar al vacío. Pensaba, con angustia, en la eternidad que significaba para mí irme tres semanas de mi casa, para aguantar dormir en sleeping, comer en la informalidad de un campamento, soportar condiciones exigentes del Fabián Zurita, gestor del Aire Libre, con fama de viejito cascarrabias que te iba a hacer cambiar de mentalidad ante la vida.


Y en medio de aquella nerviosa divagación, la voz de una chica me sacó de la nada en la que estaba ensimismado. “¿Me das un asiento?”, dijo. Yo estaba tan poco acostumbrado todavía a tener amigas, y ya a mis quince años, que solo atiné a recoger mi pequeña maleta que ocupaba el espacio en el que iba a sentarse ella.


Enseguida partió el bus. Miré por última vez a mis papás que me buscaban desde la vereda, y yo les hacía el gesto de despedida con el inevitable nudo en la garganta que te atora cuando aún no estás acostumbrado a emprender una aventura. Pero al lado estaba ella, con una sonrisa brillante y unos ojos amables. 


Johana, se llamaba, y me acuerdo que en todo el viaje no dejó de conversar. Al principio, mi timidez le cedió casi todos los diálogos a ella, que me contaba de su colegio de monjas en el que estaba, de su hermana y sus papás, de sus gustos musicales, de lo que le gustaba hacer en su tiempo libre. Seguramente yo también le conté detalles sobre los mismos temas, hasta que el viaje hacia el campamento terminó, en un dos por tres, con mi corazón acelerado y sintiendo un calor extraño, inédito. Ni bien comenzaba esta aventura y en mi memoria ya se quedaba, para siempre, la anécdota más bonita de ese verano del 2001.


Así descubrí aquella sensación de no querer que un momento se termine, porque la compañía que tienes le hace especial e inolvidable. En ese instante no lo entendí, pero ahora que hago esta retrospectiva comprendo lo cruel que puede ser la vida cuando revela que su esencia es efímera.


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