El sueño roto

 No quisiera decirle tarea, pero formalmente es eso. Informalmente, por suerte, no siento que esto sea una tarea, porque enseguida la asocio con obligación, si es que no significan lo mismo ambos términos, y no me siento obligado a escribir esto. 


Lo llamaría, más bien, una propuesta de mi profe de Taller de Narrativa Personal, la gran Mónica Varea (sin ánimo de cepillar, pero sí de presumir). En la sesión de la semana pasada, después de leernos El fracaso, un cuento de Anton Chéjov, nos desafió a escribir un texto sobre una caída, un fracaso, un sueño roto. 


Tal vez no era necesaria esa introducción, pero ya está, de todas maneras funciona como contexto del que surgió esta declaración, que me la hago a mí mismo, en esta líneas. Es un manifiesto de honestidad para admitir que mi vida es un sueño roto. Puede ser que eso suene exagerado y patético, pero es la conclusión a la que llegué después de intentar, sin éxito, encontrar en la memoria anécdotas de caídas o fracasos estrepitosos que valgan la pena rememorar y, más difícil aún, acordarme de algún sueño roto.


Es que esta vida es un sueño roto, me dijo la mente, con ese tono bromista que a veces me hace reír solo o me consterna cuando habla incoherencias. Aunque pensándolo bien, capaz que es verdad, respondí, después de dudar un poquito ante esa idea de mi mente.


Capaz que es verdad porque, en realidad, estoy acostumbrado a las caídas y a los fracasos. Y eso no significa que mi vida sea una tragedia, porque supongo que todos y todas acumulamos un amplio historial de fracasos y caídas, porque solo así se va aprendiendo en la vida. 


Así que este texto no pretende convertirse en una letanía de lamentos, más bien, como dije antes, lo que busco es dejar sentada una declaración honesta, respecto a mi realidad. Quizá es alimentar mi baja autoestima, o sea, latigarme innecesariamente, pero también puede ser una oportunidad para darme cuenta que puedo ser consciente de eso y plantear soluciones para que este sueño roto se remiende y la vida encuentre más pulsiones que me den entusiasmo.


Tampoco quiero que estos párrafos evolucionen a un tedioso discurso de auto motivación o algo ridículo por el estilo. Simplemente estoy aprovechando la propuesta que Mónica nos planteó en la última clase y la estoy materializando.


Mi vida es un sueño roto porque he vivido ilusionándome con amores que llegan a convertirse en imposibles. Y la única ilusión que llegó a ser una realidad por varios años, con muchas alegrías de por medio, se desvaneció, y volvió a ser un sueño roto.


Pero mi vida no solo es un sueño romántico roto. Es un sueño que acumula sueños rotos de vivir en otros países, de ser escritor de muchos libros, de ser un cineasta reconocido, de ser periodista deportivo, de no tener el cabello lacio y ser un poco más alto, de hablar italiano, portugués y francés, de tener la suficiente plata para poder vivir haciendo arte, de tantos ideales que me han emocionado imaginarlos y no sé si tenga las capacidades y el tiempo para lograrlos. Quizá ahí está la pulsión permanente de vida que necesito.


Siento que esta reflexión es necesaria. Claro, al tener un sentido introspectivo, este texto le puede resultar poco interesante al lector o lectora, pero creo que, de manera general, de vez en cuando puede ser necesario sentirnos rotos, para estar dispuestos a reconstruirnos, una y otra vez, y eso creo que es un sentimiento universal.


Antes de sonar verdaderamente como un coach fantoche que le encanta vender humo con pura palabrería, termino aquí esta declaración. Solo queda aclarar que así como no podemos evitar lidiar con pequeños y grandes fracasos, también logramos victorias tan cotidianas como significativas; para muestra, este texto que significa un reto cumplido ante aquella propuesta de Mónica.


Así la introducción ya tiene sentido.



Comentarios

Entradas populares