#CINE | The Whale encierra dudas adentro de un drama


La más reciente película de Darren Aronofsky te atrapa, en sentido figurado y también literal. Inclusive, puede generarte una sensación de claustrofobia, como me ocurrió a mí.

Grabar y montar The Whale en formato cuadrado es el recurso fundamental con el que este film atrapa al espectador, porque despliega una puesta en escena hermética. Esto implica una decisión narrativa crucial para contar una historia que se encierra entre los límites emocionales que mantienen cautivo a Charlie, el protagonista principal, en un (aparente) desequilibrio físico y mental, quien soporta esta situación en el estrecho departamento donde habita, casi siempre con su respiración entrecortada o deficiente, lo que, de cierta manera, hasta contagia un poco de asfixia al público.


Evidentemente, lo que primero atrapa en este film es la apariencia de Charlie. Su obesidad es el aspecto principal con la que Aronofski pretende instalar su marca en esta película; el personaje peculiar, que carga un conflicto emocional grande, que se lo ve vulnerable ante lo que le aflige o domina, que personifica una anomalía para el resto de gente "normal" y, como en este caso, termina siendo un tabú oculto por la ausencia de una cámara en una sala de reuniones virtuales, el único canal que le comunica al protagonista con el exterior de su casa y de su mente repleta de nostalgia.


Y en ese sentido, la expectativa es que la obra aborde ese aspecto retorcido del personaje con algún punto de vista cinematográfico interesante, pero en el transcurso de la película se va descubriendo que la obesidad es solo una consecuencia de la historia de Charlie; la ansiedad encerrada en ese cuerpo proyectado con planos y encuadres que llenan la pantalla cuadrada de esta película, con la grotesca y angustiada imagen del protagonista. Sin embargo, eso no es suficiente para entender por qué Aronofski recurrió a la obesidad como su anomalía para esta película. Obviamente, el director no tiene la obligación de justificarlo ni explicarlo, pero sí vale decir que esa duda queda en el aire al terminarla de ver.


Aunque el montaje de esta película está planteado lineal explícitamente, creo que, en realidad, hay un montaje paralelo. Dos capas narrativas se desarrollan simultáneamente, la una con la linealidad de la sucesión de los días de la semana, y otra que se desenvuelve fuera de campo, en el pasado, cuando Charlie decidió darle a su vida el giro  que rompió a su familia, pero que le permitió ser auténtico, algo que el espectador tiene la obligación de imaginar porque solo cuenta con la referencia en los diálogos de los personajes.


The Whale es un film que representa las circunstancias en las que deriva esa decisión vital del protagonista, quien despliega prácticamente un monólogo, alrededor del cual los personajes secundarios solo van complementando esa manifestación de despecho contra la vida que Charlie sostiene de principio a fin hasta lograr lo que quería. El resto de personajes conforman un conjunto de estereotipos: la amiga china, la hija adolescente rebelde y su madre alcohólica, el predicador cristiano, el pizzero de apariencia latina y, el más importante de todos, el gay que enamoró a Charlie. No me incomoda la presencia de ninguno en la historia, pero, a excepción de la historia de Alan, el protagonista de la otra línea narrativa del film, hay personajes de los que se podría prescindir, como el predicador o la mujer alcohólica, para representar más profundamente el vínculo de Charlie con su amiga Liz o con su hija Ellie.


Hay una escena en la que Charlie se va a acostar en su cama, en medio del desorden de su habitación. Y a pesar de esa inestabilidad, fragilidad y caos que se desatan cada vez que Charlie pretende cumplir con acciones básicas como ir a la cama, de estar transitando en la cuerda floja por su salud deteriorada, él recita el ensayo de Moby Dick que le obsesiona y toda la dinámica de la escena simboliza a un momento en el mar, por el plano general que dibuja a la cama como si fuera el océano donde Charlie está sumergido, intentando sostenerse de una tormenta, tomando la agarradera especial que necesita para terminar de acostarse, que se columpia incontroladamente hasta que Charlie logra sostenerla.


Solo por  ese momento poético de cine sentí que valió la pena ver The Whale. Pese a los detalles cuestionados, Aronofski suma una nueva obra relevante para su trayectoria.






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