#Crónica | Después del susto viene el gusto

Después del susto del chequeo -algo- exhaustivo que me hicieron, vino el gusto de que me tocó ventana. Cualquier ventana me regala una paz irrepetible que siento en cada oportunidad que tengo de mirar a través de ella. Y si es un viaje, mil veces mejor.

Bueno, así me ha puesto la ventana en esta ocasión; a reflexionar acerca de este momento de paz cotidiano. Momento que tiene sus beneficios; por ejemplo, incentiva mi creatividad porque mi cabeza comienza a imaginar ideas, proyectos, películas, libros; después me da ganas de hacer una foto que se me ocurre en ese instante, y mientras tomo la foto, se me ocurren nuevas ideas para incluir en este texto.


Me quedó un plano secuencia maravilloso del despegue. Trece minutos de grabación que me permitieron definir lo que voy a hacer, como obra creativa, para expresar lo que fue mi 2022. El plano de ese momento previo al despegue, lo que ocupa la mayoría del video, mientras reflexionó acerca de mi año, con voz en off. Nunca voy a

mencionar nada de viajes, nada de aviones, nada que ilustre lo que se ve con lo que se dice, aunque la imagen debe sintonizar de cierta manera con lo que hable. 


Esto es increíble. Me propuse divertirme en este viaje que lo estoy haciendo solo, que será breve y no tan lejano, pero que igual es un momento para mí, un nesting (fuera de casa) que despertó mi creatividad y mi entusiasmo por un rato, a pesar de haber pasado el susto, infundado, por la pesquisa que me hicieron en la zona de control de salida. 


Terminaba de pasar todo el filtro de seguridad y me disponía a recoger mis cosas, cuando se me acercó un tipo uniformado de la empresa municipal que regula las operaciones del aeropuerto, y con amabilidad fingida me dijo que por una cuestión aleatoria había sido seleccionado para ser sometido a una revisión más exhaustiva de lo normal. No me alarmé.


Cuando entramos a un pequeño cuarto donde se iba a hacer el procedimiento, mis nervios comenzaron a aflorar. Pensé que el chequeo iba a ser a mi maleta en la parte final de esa zona de filtros, quizá porque llevaba cámara y computadora, una situación que no debería despertar suspicacias, pero despierta. 


Ahora no entiendo por qué me angustié si no ocultaba nada ilegal en mi equipaje, aunque sí estaba consciente de que no iban a encontrarme nada. El señor que me llevó hasta allá pedía que me sacara los zapatos y un colega de él estaba parado en la puerta anotando datos de mi cédula y de mi pase de abordar, que me había pedido que le entregue, unos segundos antes. Pensé que quizás mi pipa se me quedó en el bolsillo del chaleco y eso habría levantado sospechas, pero el señor hurgaba y no encontraba nada.


Después de su fracasada búsqueda en mi ropa y zapatos, pasó a mi maleta. Al fin me dejó ponerme el chaleco, comenzar a guardar mi billetera, celular, audífonos, al mismo tiempo que me pedía estar pendiente de lo que él iba revisando. Eso no entendí, tal vez era por la impaciencia de comencé a sentir de poder ir hacia a la sala de embarque. Pensé que ya eran las 5:00 y temía, absurdamente, perder el vuelo que era a las 6:00. 


El señor de la puerta me tranquilizó, dijo que iba a alcanzar sin problema al embarque. El otro tipo me pedía que siga pendiente de lo que iba revisando. Tomó mi computadora y me pidió encenderla, lo hice, terminó de auscultar en los bolsillos interiores de la mochila de mi cámara, observar minuciosamente mi libreta, mi agenda, mi libro de Frankestein ilustrado, hasta que me dijo que apague la computadora y guardé mis cosas.


Comencé a sentir alivio y a verle bondadosamente a ese agente del aeropuerto que me hizo vivir este momento. Incluso le felicité por el trabajo que hace, “tan necesario para la seguridad de todos”, dije, tan diplomático, tan patético. 


Pero me sentí bien al salir del cuartito, luego de recibir de vuelta mi cédula y pase de abordar. Hubo cierta satisfacción de haber salido bien librado de una escena que no podía tener otro desenlace que este. Desde ese instante comenzó el gusto y se esfumó el susto.


Qué momento.


Ya aterricé en Loja.





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