#CINE | Argentina, 1985: una película necesaria


Releo el título y mi mente me pregunta si acaso me creo argentino. Obviamente, no, aunque me guste mucho de la cultura de ese país, pero tampoco por eso puedo creerme argentino. Simplemente considero que es una película necesaria porque es un referente de dos cuestiones imprescindibles que la historia debe acarrear siempre: Memoria y Justicia.

Pongo un tango. Hay que ambientar un poco este rato de escritura, como si fuera argentino, como si conociera a alguien cercano que tiene familiares desaparecidos por la dictadura, aunque no creo que se necesite estar en aquellos zapatos, si la empatía debería calzar a cualquiera. 

Por eso mismo, Argentina 1985 es una película necesaria. Porque basta con que su argumento se base en Memoria y Justicia, para que la historia que cuenta despierte la sensibilidad en todo espectador, sin que tenga que sentirse argentino.

Porque los horrores de los gobiernos militares, supongo, a todos nos deberían conmover en medida parecida, si fueron crímenes de lesa humanidad, es decir, los delitos más denigrantes de la decencia humana. Entonces no importa si me estoy enterando en Ecuador de un episodio lejos de mi realidad, porque, de todas maneras, me indigna y conmueve saber que en la historia hay episodios lúgubres, perversos, inhumanos, que no siempre son prioridad de currículos educativos.

Por eso mismo, repito, Argentina 1985 es una película necesaria para que refresquemos memoria los que ya conocíamos este tema, y para los que no lo conocían ahora hasta entiendan que en la historia también hay capítulos que deben recordarse constantemente, para que no se repitan.

Eso es lo que me deja, como primera reflexión, esta película de Santiago Mitre. A nivel técnico o cinematográfico, como ya lo había leído en algún comentario en Twitter, es una película perfecta en estructura y narrativa, como alguna vez se destacó de El secreto de sus ojos, por lo que el montaje es casi invisible; casi, porque hay elipsis o saltos de tiempo que a ciertos momentos se les siente algo exagerados, aunque luego te des cuenta que es un recurso utilizado de manera inteligente, para construir un ritmo equilibrado de la representación todo el transcurso del proceso en el que se basa la película.

Destaco, sobre todo - con alerta de spoiler incluida - el cierre de la película, es decir, el fin del proceso judicial recreado, la sentencia de los jueces, la cual se la comunica por un llamado telefónico de madrugada a casa del protagonista, es decir, en un contexto cotidiano, ajeno al caos de un juzgado o sala de juicios, donde te imaginaste que iba a ser la escena de esa etapa culminante de su historia.

Darín no deja de ser un crack. Cada papel lo toma tan en serio y tan diferente a los de otras películas, para darte cuenta que su esencia es esa versatilidad de facetas que solo la logra desarrollar un buen actor. 

De todas maneras, a nivel dramatúrgico, lo que más me gustó fue el protagonismo del hijo del fiscal Strassera. En la primer secuencia de la película ya queda claro que será un personaje relevante, y de cierta manera percibo como una metáfora de la relación hijo-padre del Chino Darín, productor de esta película, con Ricardo, basada en la admiración que siente el hijo por el padre, como también ocurre entre el fiscal Strassera y su hijo en el film.

Película con varias cualidades para participar por un nuevo Óscar para el cine argentino, pero me sigue gustando más El secreto de sus ojos. Creo que la noble dupla de Benjamín Espósito y Pablo Sandoval es inolvidable.

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