Crónica de una noche estrellada

Escribo con miedo. Miedo del silencio y la oscuridad que me rodean. Casi siento mis latidos sonar, de lo acelerado que está el corazón por ese temor. Es una forma nueva de aproximarme a la naturaleza que, de todas maneras, me genera cierta curiosidad que quiere volverse placer.

Mi grabadora de sonidos está encendida, captando la atmósfera nocturna en una explanada que en el día es grandísima, una hectárea, quizá, pero esta noche es un agujero negro que te absorbe en una oscuridad perturbadora. Por ahora, la grabadora solo capta un susurro uniforme, donde prevalece, al parecer, un grillo, aunque como soy todavía muy ignorante de los animales e insectos, tal vez puede ser el sonido de algún mamífero, reptil o ave nocturna.


Nunca me he encontrado tan en medio de la nada. Estoy solo en el sitio donde grabo, pero cerca de un campamento donde ya estoy una semana.


También intento hacer fotos del cielo, pero el firmamento de acá es tan volátil que las estrellas brillantes de hace una media hora, se esfumaron con una capa de neblina que ahora las cubre. Pero, en cualquier momento, podrían volver a aparecer y, mientras tanto, sigo grabando la atmósfera sonora del tepuy, un territorio, a simple vista seco, y agreste, en el oriente ecuatoriano, con vida resplandeciente en sus entrañas, en las innumerables especies de flora y fauna que habitan ahí. Es una zona donde Ecuador limita con Perú, en la Cordillera del Cóndor, aproximadamente a 2.200 metros sobre el nivel del mar.


Enciendo un cigarrillo y pongo a grabar un nuevo archivo de audio; esta vez empieza en silencio pero a los pocos segundos comienza a sonar otra vez el -supuesto- grillo. Por ahora solo eso capto del ambiente sonoro. La primera grabación duró trece minutos y un poquito más, sin nada conmovedor.


Sería maravilloso que vuelva a escucharse al búho que identificaron por su sonido mis compañeros de campamento, mientras veíamos una película malísima para matar el tiempo. Pero quizá mi presencia le ahuyentó, sobre todo por la luz de mi linterna o de mi celular donde estoy escribiendo.


El cigarrillo se consume y logro controlar un poco el miedo, aunque los nervios no se me van, pensando en que por ahí pueda asomar un oso, un puma o cualquier ser habitante de este bosque. Por eso intento estar con mis cinco sentidos activos para estar alerta ante cualquier eventualidad inesperada.


Y mientras tanto, el cielo sigue nublado.


Terminé de fumar y le moví a la grabadora hacia al lado opuesto de donde estaba, es decir, a mis espaldas, en el mismo sitio donde he permanecido quieto, todavía, debo admitir, por el miedo que siento. 


Miro arriba y no aparece ninguna estrella aún. El grillo ahora suena un poco más lejos, a mi izquierda, y a mi derecha surge otro sonido, tal vez de otro insecto porque es un sonido parecido al del grillo, aunque más breve y esporádico.


Creo que dejaré de grabar sonido y sacaré mi cámara, a ver si el cielo se presta para uno de mis propósitos de esta noche. Uno de ellos ya lo cumplí, aunque, aparentemente, sin un resultado extraordinario.


Son las 22:32.


Acabo de probar tomando cuatro fotos, y solo una salió clara, con un conjunto de arbustos de este bosque por donde pasó una guerra hace 40 años.



Hice una foto del horizonte nublado y, obviamente, el resultado fue una pantalla negra, con solo un atisbo de vegetación difusa en las esquinas.


El cielo no quiere poner de parte, por ahora.


Son las 22:42.


Pienso en retirarme a dormir y esperar por otra noche despejada que me permita cumplir mi misión de hoy, pero las estrellas juegan conmigo. Veo que aparece una entre las siluetas de las ramas de los árboles que están cerca mío, mientras espero que mi cámara capte algo en un sector del cielo donde alcanzo a ver una luminosidad entre nubes, pero no capto nada.


Tomo esto como un reto, subo el ISO de mi cámara a 5.000, con una velocidad de obturación de 30 segundos. Funciona. Logro fotografiar un firmamento nublado, pero con dos pequeños luceros brillando. 



Voy asumiendo bien el reto, intentando divertirme, aunque el miedo sigue latente, porque de rato en rato escucho sonidos que me ponen alerta, porque a pesar de ser lejanos y confusos, me hacen pensar que por ahí podría estar rondando un animal que en cualquier momento podría atacarme. 


Voy ganando confianza gracias a mi cámara. Ya logré captar una imagen decente donde aparecen varias estrellas, en un cielo nebuloso. 



Y, de repente, en el siguiente intento consigo algo inesperado. Es una foto hermosa, en la que la noche se tornó amarilla, en cuyos bordes inferiores están las siluetas de arbustos, y arriba aparecen algunas estrellas. Son las 22:59 y siento que esta salida nocturna ya valió la pena, o, mejor dicho, el miedo. 




Prendí otro cigarrillo para aflojar los nervios y me atreví a caminar unos metros más allá para probar nuevas vistas, y mi cámara se está luciendo. Logré captar un paisaje amarillo parecido al anterior, pero con la silueta del monte que destaca en este tepuy en el borde inferior, donde también aparecen estrellas arriba, entre nubes que no pueden ocultarlas.



Si no fuera por las estrellas, la foto parecería de un atardecer o amanecer, pero son las 23:08. Algo suena detrás mío, es un sonido como de un tamborcito diminuto, que se hace sentir con una sincronía que despierta nuevamente mi miedo. No importa, que siga el juego un rato más.


Hay un lucero más luminoso que el resto, me parece que es Júpiter. Intento captarla con un encuadre vertical y lo consigo.El tamborcito se calló por algunos minutos pero volvió a sonar, más rápido, aunque todavía lejano. Tiemblo por el frío de esta casi media noche, pero me regocijo mirando una vez más la foto que pude captar. Júpiter brilla con una estela nebulosa a su alrededor, sobre una porción de arbustos que se colaron en la esquina inferior izquierda, que entran bien en la composición, junto con otros luceros que aparecen arriba. 




Ahora sí me convenzo de que esta escapadita ha valido la pena para sentir la satisfacción de aproximarme a la naturaleza con esto que me encanta hacer: escribir y fotografiar mi entorno.

Son las 23:19, Júpiter ya no se ve y creo que es una señal para dar por terminada esta misión nocturna.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Que bacan escrito amigo, hace sentirse en ese lugar tan mágico al que junto a las fotos y la descripción del momento uno se traslada.
Lavidavueltas ha dicho que…
Muchas gracias, porfa, ¿me podrías decir quién eres? Solo me apareces como anónimo. Disculpa.

Entradas populares