La última planilla de luz


Hoy, el Ángel me entregó, en mis manos, la última planilla de luz. Claro, ese momento la recibí con cordialidad cotidiana, pero enseguida caí en cuenta de aquel detalle. Cuando ya llegué a la puerta, regresando de la tienda, donde compré chifles, cola y tabacos, perdí un poquito el control de las llaves y dubité unos segundos antes de lograr abrirla. Es que ese rato ya me la repetía varias veces a la frase en mi cabeza: La última planilla de luz. Oportuno título para el texto que he venido pensando en escribir desde hace algunos días, y hoy me doy tiempo porque estás en Guayaquil y quizá me voy a distraer menos. 


Tenía ganas de escribir(te) para tratar de expresar mis sentimientos frente a todo esto. Porque una cosa es sentirlos y acarrearlos con el pasar de las horas, los recuerdos y los días, pero algo muy distinto es intentar describirlos, quizá, para entenderlos mejor, si eso fuera posible. Pero creo que es solo un esfuerzo válido por desahogar lo se deja traducir en palabras, porque siento también cosas en mi interior que son indescriptibles, simplemente están ahí, generando el inevitable caos mental que se produce ante situaciones que implican incertidumbres y miedos.


Ahí, casi inconscientemente, surgió una sensación concreta: el miedo, el imprescindible miedo que, supongo, estamos sintiendo los dos después de la decisión tomada. Algo que quizá no la vimos venir de esa manera, aunque, afortunadamente. ahora sintamos que es la mejor manera de afrontar este cierre de una etapa increíble para ambos, que deja agradecida a mi memoria, y espero que a la tuya también.


La gratitud, otra sensación que me surge sin esfuerzo, es por convertirme en un hombre que pudo ser capaz de hacer feliz a la mujer que ama. Gracias eternas por ayudarme a conseguir eso que pensé que era una misión imposible para mí. Gracias por tu complicidad, por tu confianza, por tu generosidad, por tu espontaneidad, por tu autenticidad, por tu carisma, por tu belleza, por tu inteligencia, por tu ternura, por tu sensibilidad, por tu valentía, por tu carácter firme, por tus debilidades, por tus enseñanzas, por tu alegría, por innumerables dones que llevas en la sangre y en el alma, que se conectaron con mi ser íntegro, para hacerlo feliz.


Ahora que pienso en la despedida, obviamente brota la tristeza, el sentimiento melancólico que implica un final. Si he decidido irme lentamente es porque lentamente construimos lo nuestro, con paciencia y serenidad, aunque de por medio, en ciertos momentos, se hayan sobresaltado nuestras tranquilidades. Pero la persistencia estuvo ahí siempre, para hacer prevalecer nuestro afán por acompañarnos en nuestro crecimiento.


Al leer crecimiento, me surge un alivio de saber que crecimos juntos. Un alivio porque no perdimos el tiempo regalándonos amor en vano, sino aprovechando nuestra conexión para complementarnos el uno al otro, desde las necesidades y curiosidades intrínsecas de cada uno. Nunca faltó voluntad para ir planeando y cumpliendo esas metas que sostuvieron nuestra convivencia. Tampoco faltaron errores en ese proceso, porque también estuvimos dispuestos a equivocarnos para reconocernos imperfectos y frágiles.


Y creo que en la imperfección y fragilidad está el origen de nuestra separación, porque eso nos vuelve vulnerables a legítimas y genuinas intenciones de explorar un terreno que ahora reclama mayor atención y dedicación: nosotros mismos. Tal vez no imaginamos que íbamos a tener que afrontar este reclamo, pero siento que la relación misma nos preparó para esto, consolidándose en una relación firme, cuya fuerza no necesariamente contrarrestaba nuestra fragilidad, sino que implicaba sentirnos seguros el uno con el otro, incluso tomando esta decisión difícil para los dos, sobre la que aún la dudamos, pero ya la asumimos.


Admito que esto es muy difícil, sobre todo al estar consciente que la puerta de salida la abrí yo. Pero, como he tratado de hacerte entender en esta temporada de cierre, no quiero que sea una salida hacia el olvido, porque tampoco contemplo un futuro donde ya no estés. Necesitaré saber siempre que estás bien, que te cuidas, que mantienes tu esencia de mujer agradable, interesante y querendona; que te surgieron nuevos sueños y proyectos que los estás cumpliendo con alegría; que sigues creciendo y aprendiendo, sosteniéndote por ti misma, como ya has demostrado que puedes. Necesitaré que sepas de mi vida para compartirte mi tranquilidad de saber que estás presente.







Hoy es la penúltima mañana que amanezco en nuestra casa, donde sentí mucho ese calor que conforma un hogar, donde nunca se ausentó el sentido de pertenencia que me despiertan tú y la Celeste. Se me fue el sueño muy temprano y sentí que faltaba completar este texto, que no quisiera que sea de despedida, simplemente una reflexión al finalizar esta etapa de la vida que la hemos compartido juntos.


Esta semana ya pagué la última planilla de luz y ayer cambiaste las luces blancas por las cálidas. Fue un deseo recurrente de ambos que lo tuvimos a lo largo del año que vivimos juntos en la que ahora será solo tu casa, y ahora que al fin hiciste ese cambio espero que la calidez que sientas no esté solo en las luces, sino también en tu ambiente, en el nuevo espacio que constituirás sin mí, que me lo quiero imaginar, además, muy colorido, bello y elegante, algo muy afín a tu personalidad y apariencia.


La puerta del dormitorio está cerrada, tú tal vez ya no duermes, aunque siguen acostadas con la Celeste. Yo lloro en silencio, cediendo a mi vulnerabilidad frente a situaciones que no dejan de provocarme el miedo del que te hablaba, y este miedo es muy particular, porque proviene de mi imaginación de cómo será mi vida sin ti, cuando ya me he acostumbrado a contar con tu amor, con tu comprensión, con tu apoyo en todo lo que siempre ha estado al alcance de tus manos y de tu corazón. 


Cuando llego a caer en cuenta de eso es cuando más me pesa la paradoja de la decisión que hemos tomado, porque, mirándolo superficialmente, se interpretaría que estoy renunciando a algo y a alguien que me garantiza la felicidad que necesito. Pero no solo yo necesito, tú también mereces recibir todo el cariño y apoyo posibles, en retribución a toda la bondad y ternura que regalas, algo que yo ya no pude lograrlo plenamente en este último tiempo. 


De todas maneras, eso no implica que se me acabó el amor. Yo diría, más bien, que te di todo el amor que pude; desde que pude comenzar a planear mi vida como adulto opté por tomarte en cuenta a ti, en pensar en proyectos juntos que luego se hicieron realidad, en apoyarme emocionalmente en ti, en inspirarme contigo a mi lado. Como puedes ver, en apenas dos líneas menciono las consignas en las que sostuve mis propósitos vitales durante casi los veinte años que ya nos conocemos, y creo que todo eso se originó en el amor que despertaste en mí, progresivamente, mientras nos fuimos conociendo y descubriendo el uno al otro.


Por eso digo que di todo el amor que pude dar, porque concentré todas mis energías y esfuerzos en una relación que, para mí, no solo implicó estar con una persona a tu lado y compartir momentos románticos, sino, también, proyectar tu vida basado en lo que quiera, sienta y haga esa persona que está a tu lado. Y así disfruté nuestra historia, avanzando etapas, conciéndos y reconociéndonos, sintiéndonos imprescindibles el uno del otro, descubriéndonos imperfectos y frágiles, siendo sinceros.


A ese ritmo fuimos para llegar a este punto, un punto de inflexión de nuestra relación y de nuestras vidas, donde nada termina, simplemente cambia su lógica, en la que ahora cada uno tiene y necesita la oportunidad de conocerse más a uno mismo, luego de aprender lo bonito que también implica hacerlo en pareja. Es el inicio de una etapa en la que cada uno tiene que saber cuándo pagar la planilla de luz, sin que el otro tenga que recordarle.




Quito, 28 de mayo del 2022


Comentarios

Entradas populares