Una mirada profunda al cerebro del mundo
Impresionante descripción visual,
musical y textual que Alain Resnais hace sobre la Biblioteca Nacional de París, en Toda la memoria del mundo.
Este universo singular construido en la
película, hacen de esta fortaleza, como la denomina el narrador, una analogía
simbólica de lo que podría ser el cerebro de nuestro planeta.
Es atractiva la sensación de un
viaje perpetuo que transmite este documental. Esa cualidad es materializada
fundamentalmente en los constantes travellings laterales o planos subjetivos
para representar un recorrido a través de los recovecos de la biblioteca.
Sobresale especialmente el
desplazamiento de la cámara ligeramente angulada hacia arriba, a lo largo de
dos pasillos repletos de estanterías con libros. Es un fino preámbulo para
especificar el lugar que motiva el desarrollo de la película.
Son también llamativos algunos
movimientos de cámara sobre el mismo eje, como los que destacan la idea de
grandiosidad del lugar y de todo lo que allí reposa. Además, hay paneos memorables,
como el que observa desde lejos a un bibliotecario que camina por los pasillos
mientras se van proyectando su sombra.
La música juega un rol
determinante en Toda la memoria del mundo.
Hay una tonalidad solemne que produce un ritmo dinámico y ascendente. Este recurso, sumado al blanco y negro,
acentúa la importancia narrativa de los planos y del relato hablado, mientras se
instaura, en gran parte del film, una atmósfera apocalíptica y misteriosa, la
cual se disipa ocasionalmente cuando suenan melodías con cierto aire circense.
Sin lugar a dudas, el
protagonismo en este documental se atribuye a los libros y a todos los objetos
históricos que reposan en la biblioteca. Por ello, son interesantes las
metáforas elaboradas a partir de esa materia prima. Por ejemplo, el hecho de
calificar a un nuevo título que ingresa al inventario como un “prisionero que
espera el día para ser clasificado”, o al llamar “fantasma” a la tarjeta que
queda en el espacio vacío de un texto prestado.
La última secuencia confiere el
broche de oro al film. Esa sucesión de planos generales, cada uno más lejano y
alto que el anterior, y que muestran a un sinnúmero de usuarios de la
biblioteca, implica un traslado progresivo de la imagen hacia la cúpula de la
memoria del mundo, donde concluye la película, y bajo la cual reposa el
inventario físico e intelectual del pensamiento mundial.
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