Caretas que dan de comer


Las vísperas de fin de año es para algunos una época propicia para el descanso, los viajes, los reencuentros familiares, entre otros momentos de entretenimiento y alegría. Otras personas aprovechan esta temporada, como una oportunidad imprescindible para redondear sus esporádicos ingresos económicos que tienen durante el año.
La competencia es intensa en la misma avenida
Eso puede comprobarse en la avenida América, sector centro-norte de Quito, durante la última semana de cada año. Vendedores de máscaras, pelucas, monigotes y otros artículos emblemáticos para despedir el año, ocupan veredas de unas cuatro cuadras de esa vía de intensa circulación vehicular. 
Carpas improvisadas con plásticos, todas copadas con rostros de super héroes, de El Chavo, el Chapulín Colorado, políticos ecuatorianos y de otros personajes famosos, se despliegan entre transeúntes y el tráfico quiteño. Mientras la cuenta regresiva para que culmine el año se hace más corta, la gente va interesándose cada vez más por la oferta de estos negocios emprendidos por una mayoría notable de mujeres. 

La venta ya es una tradición

Mientras coloca máscaras a los descabezados monigotes, rellenos de papel, que forman parte de su mercadería, Marta Sango, comerciante de 40 años, cuenta que ella instala su negocio temporal en la esquina de la calle Selva Alegre y América desde hace 25. Aunque admite que las ventas se han reducido en los últimos años, ella trabaja con optimismo porque esta actividad le sirve "para darles unas buenas navidades a mis hijas". 
El fin de año es una festividad más que esta mujer la aprovecha para mantener la estabilidad de las finanzas familiares. En cada época especial o evento masivo, dentro o fuera de Quito, tiene listo un inventario de productos relacionados a la ocasión, para satisfacer la demanda de la gente. 
En esta época específica, para cuidar cada uno de sus productos, Marta debe pasar la noche en el quiosco donde los exhibe, el cual solo tiene de protección un techo blanco de plástico. "Es un trabajo decente, pero sacrificado", opina Sango para explicar por qué prefiere que sus hijas tengan una mejor preparación y no desarrollen un oficio similar al suyo.

Las filas de 'años viejos' son parte del paisaje urbano en fin de año
Varios puestos más hacia el sur del sitio donde trabaja Marta, Jacqueline Guachamín aún no terminaba de acomodar los viente muñecos de cartón que trajo desde Guayaquil, los cuales son los que más atención captan de los clientes y cuya fabricación es casi exclusiva en esa ciudad. Jacqueline solo adquirió pequeñas y medianas réplicas de Mario Bros, Mickey Mouse, El Chavo del 8, Batman y otras populares figuras.
Esta comerciante de 38 años ya completa una década de venta en la avenida América, y en general tiene una percepción optimista de su experiencia en el fin de año. Pese a que la mayoría de máscaras que destina para la venta todavía estaban almacenadas en fundas hasta el mediodía del 29, algunas personas ya se acercaban a averiguarle precios. Eso le alentaba a creer que toda su mercadería podía agotarse.

No a todos les va bien

Rosa y su nieto tenían el quiosco organizado
a la espera de clientes interesados
A Rosa Martínez le invade el pesimismo. Ella es otra vendedora de artículos para las fiestas de fin de año, pero parece que en cualquier momento desistirá de serlo. "Muy mal estamos", se lamenta esta señora de 72 años, quien llegó a la avenida América desde hace 20, pero en los últimos no ha conseguido buenas clientelas, porque cada vez tiene mayor competencia. Los ingresos más recientes no le han alcanzado "ni para unos dos meses".

En el transcurso del año, Rosa vende empanadas de morocho, sánduches y golosinas en el estadio. Con ello logra pagar el arriendo de su vivienda, así como los servicios básicos y su alimentación. Para instalar su negocio de monigotes, caretas y unos pocos juegos pirotécnicos, ella invirtió aproximadamente 2.000 dólares, y ese dinero debe pedir prestado a su hija, "porque nosotros no tenemos capital propio". Uno de sus nietos le acompaña en la impaciente espera de que algún transeúnte de la América le haga el gasto.






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