Al fin, la 14 en manos de su dueño

A ratos me da vergüenza, otras veces me río acordándome de esa anécdota. Era una tarde de domingo, ya casi entrando la noche. Barcelona Sporting Club jugaba con el Deportivo Quito en el Monumental de Guayaquil; una victoria de los amarillos les situaba en una posición expectante para tener posibilidades de un título. No recuerdo exactamente el año en que este partido se jugó, claro que fue durante los últimos 5 años, pero no me olvido de cómo me ganaba la desesperación al ver que el minuto 90 estaba a escasos segundos de llegar y Barcelona no podía anotar. Empataban 0-0 y mi equipo perdía posibilidades de alcanzar la estrella 14 por el bajo nivel de sus jugadores. Otro año más. No aguanté. Frente a mí tenía una cocinita de juguete, en la que mi sobrina Ana Paula se divertía imitando a su abuelita o quizá a su mamá. Mala suerte del juguete de haber estado frente a mí, pues la fuerte patada que le di terminó rompiendo una de las puertas del hornito donde se podían preparar galletas 'de mentiras'.
"Vergonzoso", sí. "Es solo fútbol", también. "Tienes que aprender a controlarte", bueno. Tantas frases que tuve que escuchar para poner los pies sobre la tierra y mantener la serenidad a pesar de que Barcelona nuevamente echaba a perder una temporada entera, que ya sumaban cerca de 10.
Con ese episodio ridículo en mi trayectoria de aficionado del fútbol se podría resumir la realidad de Barcelona en los últimos 12 años y medio, excluyendo el último año y medio en que las cosas cambiaron. Malos dirigentes, jugadores solo con Jorge Washington en la cabeza, problemas económicos, mitos y leyendas sobre un tal Makanaki, y tantos otros factores fueron los que tuvieron al club condenado al fracaso y al hincha resignado a la desilusión y a la ansiedad por mejores días para el Barce.
Hasta que llegaron. Esos mejores días se hicieron realidad. Todo empezó en junio del 2011 cuando la administración del equipo se renovó. Sin ningún favor especial que pagar a los hermanos Noboa y su equipo de trabajo, con solo la gratitud que hay que rendirles por el esfuerzo humano y económico que han hecho por Barcelona, es obligatorio decir que ellos son los salvadores de un barco que ya solo tenía su bandera en superficie. Con orden, responsabilidad, conocimiento de fútbol y amor al equipo se fue recuperando una institución que sustentó el objetivo deportivo cumplido: el catorceavo título de Barcelona Sporting Club.
A pesar de que el panorama mejoraba con la nueva gente, el sufrimiento, los nervios, la ansiedad, el deseo irrefrenable de ver en lo más alto al equipo de los amores se mantuvieron hasta el final. Cuántas mañas cabalísticas he tenido que aplicar para que el Barce sume de a tres, cuántos lunes he llegado frustrado al trabajo porque el domingo del Ídolo no fue bueno, cuántos segmentos deportivos tuve que evitar ver cuando  perdía, cuánta envidia tuve del éxito de otras escuadras.De repente, en una noche fría de un miércoles 26 de noviembre, cuando Deportivo Quito le ganaba a Emelec, el único rival que pudo haber quitado el título a Barcelona, la algarabía en medio país se desató, mi corazón supo otraz vez lo que es latir normalmente, el alma volvió al cuerpo y ahora la vida es mejor al saber que ¡Barcelona es Campeón!


No tuve que esperar 14 años para sentir esta alegría; ha sido más de la mitad de mi vida en la que he estado esperando por alzar los brazos en señal de victoria, afinar la garganta y sentir esa satisfacción de repetir, una y las veces que sean, ¡Barcelona Campeón!
Con el aire oliendo a caramelo, mi olfato barcelonista me llevó al estadio Monumental, hasta el corazón de esta pasión de proporciones incalculables, donde millones de mis colegas de afición han llorado de felicidad y tristeza en los diversos episodios que Barcelona protagonizó en los últimos años, donde la efervescencia, el éxtasis y la emotividad predominan en todo asiento, graderío o pasillo, donde todo jugador amarillo se enamora de la hinchada inolvidable que Barcelona tiene.


Ahí se liberaron todas las feas sensaciones que los fracasos del Barce originaron, como iras reprimidas, impaciencia inevitable, nervios de punta, cabezas gachas, y fueron reemplazadas por innumerables sonrisas, abrazos inmensos, lágrimas de emoción y tantas manifestaciones que dan la bienvenida con honores a la tan ansiada, deseada y luchada estrella 14 en el firmamento glorioso de Barcelona Sporting Club.






     







¡Gracias muchachos!






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