México no es solo Mariachis

Ya me habían hablado de Cancún. Sabía que era un lugar que no podía dejar de conocerlo. Debo ser sincero, no lo tenía en mis prioridades, pero por esas cosas de la vida, en uno de esos días en los que la buena suerte te persigue donde vayas, se me presentó la oportunidad inmediata de embarcarme a un avión y venir a México, a su tropical estado de Quintana Roo. 
Llegar al aeropuerto de Cancún se parece a aterrizar en Estados Unidos. Se ven aviones de ese país estacionados por montón y en el carrusel de maletas abundan los gringos. Uno se acuerda que está llegando a tierras aztecas cuando en migración te recibe una oficial amable, con ese acento tan distinguible de los mexicanos. 
Después de salir del aeropuerto, de ser recibido por dos amables anfitriones del evento al que fui invitado y de refrescarme del calor que empezábamos a sentir, con unas toallas mojadas que uno de ellos me regalaba como primera acción protocolar, subí a una furgoneta grande junto con otros 4 periodistas de Venezuela que seguramente me aventajan con mínimo unos 20 años más de experiencia en la profesión. 
En el trayecto hasta donde me iba a alojar, alcancé a ver algunos accesos de los sitios preferidos donde millones de turistas de Quintana Roo, provenientes de todas partes del mundo, se hospedan año a año: los Resorts. A mí me tocó el 'Paradisus', situado específicamente en Playa del Carmen. Desde que uno baja de su transporte, empieza a sentir el relax que el Resort ofrece. La brisa medianamente caliente, sumada a un perfumado aroma que se siente en la recepción, se complementan con las sonrisas de quienes nos dan la bienvenida.
Asignada la habitación y entregada la tarjeta de acceso a ella, es necesario revisar un mapa para encontrarla. Con eso ya se advierte la inmensidad del lugar. No exagero. Debo recorrer un largo pasillo de cerámica fina, de paredes altísimas y salas de estar con diseño arquitectónico vanguardista, es decir, con detalles como relieves contrastados con la luz natural o con focos estratégicamente ubicados para construir unos espacios interiores que impresionan a primera vista.

Después vienen las piscinas; parte fundamental del Resort. Cada una tiene cientos de metros de extensión y adecuadas para que el huésped disfrute plácidamente de su estancia (y no es publicidad).


Llegar a la habitación sigue despertando mi asombro. En no menos de 50 metros cuadrados, entre una cama inmensa con 4 almohadas paradas sobre sábanas y edredones finos, una alfombra elegante, un sillón de cuero blanco impecable, un televisor de última tecnología, un baño moderno en cada uno de sus rincones, donde no falta el jacuzzi que tiene su réplica en el balcón, accesorios para tener la ropa y la imagen personal listas para salir, más muchos otros elementos, hacen que lo que uno menos quiera sea dormir.


Después de acomodarse en lo que será tu morada por 3 noches, sales a recorrer el hotel. No se escucha tanto ese típico ruido veraniego de chapuzones en la piscina, un par de gritos de niños por ahí, la música de moda a todo volumen.... más bien hay una aparente calma en el resort. Todo tiene su explicación: Octubre es temporada baja en Playa del Carmen.
Caminar por el 'Paradisus' te hace perder fácilmente. Aunque mirando la estructura en un mapa del lugar todo parece fácil, porque aprendes que el hotel se divide en dos partes, 'La Perla' y 'La Esmeralda', con idéntica infraestructura, aunque 'La Perla' admitía niños y menores de edad, mientras que en 'La Esmeralda' solo se encontraban adultos. 
Mi objetivo era encontrar la playa, pero hasta que se la divise en mi horizonte, me cruzaba con escenas en las que pensaba que la supuesta 'temporada baja' seguramente solo era un formalismo asignado a la época en la que estaba el Resort, porque sus huéspedes vivían una auténtica 'temporada alta'.


Al fin con el ingreso al Mar Caribe adelante mío. Lo que primero me llamó la atención fue la blancura y suavidad de la arena, asemejándose mucho a las cualidades de la cal. Las filas de camastros, término con el que los mexicanos conocen a unas pequeñas camas de mimbre, cubiertas con techo tejido, donde podían acomodarse dos o tres personas, no se veían abarrotadas. Pero en algunas se notaba el placer que se siente al descansar ahí, por lo que el contagio es inmediato para acomodarse a disfrutar de la brisa tropical y del celeste paisaje.


Con el preámbulo expuesto, para que considere este destino como una alternativa más para sus vacaciones, que esto no le suene como publicidad de Agencia de Viajes, que le suene como el ejemplo de que en Latinoamérica los rincones inolvidables son innumerables y de que en México no solo existen mariachis, tacos y Chespirito. Eso sí, para esta opción, cómprese un chanchito bastante generoso.







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