Hagámosle caso a Lenin



Verle sonreír a una secretaria del IESS sería un milagro. Recibir una amable atención por parte de un trabajador del Registro Civil es algo casi utópico. Que un chofer de bus público sea cordial con sus pasajeros y les ofrezca un cómodo servicio, es uno de los sueños frustrados del pueblo. Tantos ejemplos y tantos casos de los que se puede hablar sobre realidades en la sociedad ecuatoriana que resultan ser nocivas para la persona. ¿Por qué nocivos? Porque en casi todas las dependencias públicas, por no mencionar al desgastado término “burocráticas”, se respiran aires malhumorados que nos amargan. Uno se contagia de ese malgenio de la gente. Cuando al fin uno termina de hacer los trámites para sacar la cédula o algún certificado de una dependencia pública, las cejas están fruncidas, aunque se respira un aire de alivio por culminar aquel calvario de algunas horas.
Es común la mala imagen que la burocracia tiene entre la ciudadanía. El famoso comediante callejero, Carlos Michelena, recrea en sus monólogos una cantidad de escenas donde adopta el papel de un servidor público. Por suerte aún sabemos lo que es la risa y nos gozamos cada vez que lo vemos interpretar a “la secre” o al “burócrata”. Ridiculizando al personaje, “el Miche” hace una crítica acertada de la pésima atención que la gente recibe en instituciones estatales. Uno tiene que aguantarse las caras largas de los trabajadores que por esa actitud negativa se despreocupan de cuidar su imagen y atienden mal vestidos, despeinados y de tanto mal humor, hasta arrugados.
Tratando de encontrarle una justificación o un sentido a esas cóleras de las señoritas, licenciadas, doctores, bachilleres, profes, jefes, “compas”, y tantos títulos e identificaciones que tienen, talvez uno se imagina que los pobres tienen problemas personales, y que gracias a ellos, equivocadamente desahogan sus iras con las otras personas. Pero esa suposición está mal. Porque si uno alcanza a percibir el ambiente interno de esa misma institución, los mismos bravos que te atendieron, están con unas sonrisas parecidas a las del chancho que se comerán en el mercado más cercano a su oficina, en su hora del “lunch”. Por esa razón es reprochable la actitud de la mayoría de los burócratas. Claro que en todo existen excepciones y a veces uno se lleva agradables sorpresas.
Al carismático Lenin Moreno, nuestro vicepresidente de la república, se le ocurrió organizar una campaña por la alegría en nuestro país. “Sonríe Ecuador, somos gente amable”, es una frase que en estos últimos días se ha repetido constantemente en los medios de comunicación. Y prestando más atención al proyecto del segundo mandatario, me llamó mucho la atención que una de las actividades que cumplirá esta campaña será la de la motivación a los servidores públicos. Parece que don Lenin apunta su mensaje a ellos, a las caras visibles y más cercanas de un régimen que quiere agradar a toda la ciudadanía.
¿Servirá de algo este proyecto? Yo creo que es muy útil. Aunque lo más urgente para nuestro pueblo es atender la salud, la educación y demás servicios básicos, tomar en cuenta esta alternativa de la campaña de la alegría no será nada malo.
Para cambiar al país no necesitamos asambleas, ni referéndums, ni socialismos. El cambio debe originarse en la actitud de la gente. Y aunque el caso de los burócratas no es el único, sí es el más crítico. Lenin Moreno dijo en una cadena nacional que la alegría a uno le permite tener un día mejor, trabajar con más ganas, poner empeño a las actividades cotidianas que desarrolla. Por experiencia, estoy de acuerdo con él.
Aunque los resultados puedan ser subjetivos, ambiguos y no muy visibles, esa epidemia de sentimientos negativos puede revertirse hacia un ambiente de sonrisas y cordialidad con un manejo adecuado de la campaña. Y eso es sólo cuestión de sacar a flote ese buen humor que el ecuatoriano lo tiene innato, pero que lamentablemente muchos lo tienen reprimido. En todo ámbito social existen las “ronditas” de cachos, los apodos, bromas y tantas acciones que sacan carcajadas, carajeadas, y hasta lágrimas de la risa.
El objetivo que se ha planteado la campaña de la vicepresidencia es el de mejorar las relaciones interpersonales, de convivencia, bienestar, desempeño laboral cotidiano, integración familiar y cohesión social. Si se trabaja bien en la transmisión del mensaje, estoy seguro que este programa dará mejores resultados que unos 444 confusos, populistas y carísimos artículos. Así que “Sonríe Ecuador, somos gente amable”.

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