28 de septiembre

“Otras votaciones más”, fue el pensamiento que tuve al comenzar el día del referéndum. En este período presidencial de Rafael Correa se ha hecho común ir a las urnas. Primero fue la consulta popular para la aprobación de la instalación de la Asamblea Constituyente; después elegimos a los asambleístas, y esta vez fue para dar paso a nueva constitución de nuestro país, configurada por los asambleístas (¿o por la mayoría gobiernista?) Procesos que se han desarrollado en menos de dos años, y que en pocos meses más continúan con una nueva convocatoria para la elección de dignidades populares.

Noté la coincidencia de que todos los días que hay elecciones, el cielo amanece despejado y el calor es sofocante. Por la tarde el clima empeora: se oscurece el cielo, caen rayos, llueve. El sol está presente cuando la incertidumbre por un resultado aún persiste; la lluvia cae al momento en que los primeros datos – así sean sólo a boca de urna- son emitidos por los medios de comunicación. ¿Relación entre los hechos? Siendo supersticioso intuiría que se viene una gran tormenta para el país… Dios no quiera.

Molestosas aglomeraciones de gente, tráfico lento, pitos de policías, estruendosas bocinas de carros, gritos para emplasticar los certificados de votación o para comer algo fuera del recinto, es lo típico de un día electoral. En algunas personas se nota optimismo, sus sonrisas amplias los delatan. Otras caras muestran la consecuencia de asistir obligado a un lugar o evento.

Es destacable la organización que se desarrolló esta vez en los recintos. En otras ocasiones, cuando uno fue elemento activo del proceso electoral a través de la labor cívica de miembro de junta receptora del voto, se notaban errores significativos durante la jornada democrática: desde malas asignaciones de mesas y juntas para los votantes, hasta falta de información para agilitar el proceso. En este referéndum estuvieron claras las indicaciones para encontrar la mesa (por lo menos en las tres sedes electorales donde estuve) y así el proceso se desarrolló de manera rápida y efectiva.

El SÍ tenía la victoria asegurada. Las encuestas en épocas de campaña ya preveían un panorama alentador para el proyecto gobiernista. Además esa propaganda abundante seguramente influyó en un público que apuesta por ese cambio promocionado, al darle la victoria al SÍ. En mi mente ya me imaginaba el rostro triunfalista de Rafael Correa que efectivamente se hizo realidad en las pantallas de televisión alrededor de las cinco de la tarde. Afuera de la gobernación del Guayas los televidentes fuimos testigos de un festejo que parecía de una victoria personal o partidista, más que de un proyecto político que involucra y concierne a todo un pueblo. Es destacable el llamado a la unión que hizo el presidente; sorpresivamente su discurso bajó de tono en cuanto a la prepotencia que había mantenido en semanas anteriores contra sus opositores. Esperemos que esa aparente intención conciliadora no quede sólo en eso, tomando en cuenta la posibilidad de que el señor presidente actual ocupe el sillón presidencial hasta el 2017.

El pueblo estará expectante. Los más necesitados estarán ansiosos esperando resultados casi inmediatos. El populismo del presidente puede ocasionar que aquellos sectores marginales desesperen por ver resultados tangibles de la nueva constitución, beneficiosos para ellos, en un período corto de tiempo. Esto puede resultar un boomerang peligroso para el gobierno, por adueñarse del proyecto. Merecerá especial atención el Régimen de Transición. Si se desprenden de éste prácticas que se vinculen y favorezcan a intereses particulares del gobierno de turno, entonces ese “cambio” propuesto solo quedará en palabras y desafortunadamente se habrá perdido el tiempo y una gran cantidad de plata.

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